Es verdad que todas las virtudes están en crisis y con razón algunos comentan que vivimos la época de los antivalores, dado que la humanidad se deteriora lenta e irreversiblemente. Entre las virtudes más difíciles de cultivar encontramos la paciencia como rectora de todos nuestros actos, ya que sin una dosis diaria de ella, todas nuestras decisiones corren el riesgo de ser caóticas, pues la precipitación irreflexiva como resultado de la falta de paciencia puede conducirnos a lamentables errores.
Una de las situaciones en que más necesitamos paciencia es cuando nos sentimos ofendidos o atacados, reaccionando casi automáticamente sin detenernos a medir las consecuencias, y aunque se dice que la edad debe proporcionarnos la madurez necesaria para fortalecer nuestra paciencia, esto no es una ley natural inquebrantable.
A menudo personas mayores impulsivas e irreflexivas acumulando errores como canas en su cabeza. En contraste, la paciencia ofrece ventajas como la oportunidad para pensar y planificar la respuesta, midiendo las consecuencias, determinando el momento y circunstancias apropiadas para actuar acertadamente como en un juego de ajedrez, donde los más experimentados pueden prever los movimientos de su rival con varias jugadas de antelación.
La paciencia es más importante para quienes ocupan posiciones de gran responsabilidad frente a colectivos y organismos de diversa índole. Por ello, desde un padre de familia, hasta un presidente de una nación, deberían cultivar cuidadosamente la virtud de la paciencia como rectora de su vida que les garantice el óptimo aprovechamiento de sus talentos y capacidades.
Pero, ocasionalmente nuestra paciencia es puesta a prueba mediante la acción instigadora de terceros, que con buena o mala intención pretenden que actuemos conforme a sus ideas o intereses, siendo mayor su influencia cuanto más grande sea la credibilidad y confianza hacia ellos, por lo cual sólo en uso de una sólida personalidad estructurada a base de valores, podemos tomar nuestras propias decisiones sin dejarnos conducir por criterios ajenos.
Tener paciencia no debe llevarnos a actuar con apatía e irresponsabilidad esperando que sucedan las cosas como sea, tampoco significa adoptar una actitud egoísta y maliciosa de calculada venganza; la paciencia debe ser fruto del espíritu y de observancia a sus leyes para soportar lo que no podemos cambiar, esperar cuando debemos hacerlo, actuar de manera medida y justa cuando es apropiado.