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El Telégrafo
Íñigo Salvador Crespo

¿La OEA en deuda?

04 de febrero de 2018

La pregunta se planteó en un seminario organizado por Francisco Carrión en la Flacso el mes pasado, con ocasión de los 70 años de la OEA. Sin embargo, el tema de la vigencia de la OEA puede ser abordado a partir de otra pregunta: ¿cómo sería el continente americano sin la OEA?

Los contertulios coincidimos en que el papel de la tan denigrada OEA ha sido fundamental en tres ámbitos al menos: mantenimiento de la paz, como organismo regional en el marco de la ONU; difusión y protección de los derechos humanos; y consolidación de la democracia. Todo, por supuesto, dentro de los límites que le imponen a la OEA los Estados que la componen, pues toda organización intergubernamental está aquejada del “síndrome de Frankenstein”: los Estados, como el protagonista de la novela de Mary Shelley, crean una entidad a la que dotan de facultades de control sobre los Estados, pero esta, como la creatura del “moderno Prometeo”, termina yéndosele de las manos a su creador, quien busca reducirla a riesgo de su propia vida.

La paz regional ha sido preservada a través de la acción del Consejo Permanente de la OEA en múltiples ocasiones. Nuestro país se ha beneficiado de ello, tanto en nuestro secular conflicto con Perú (Paquisha en 1981, Alto Cenepa en 1995), felizmente superado, como en el desafortunado incidente con Colombia (Angostura en 2008).

El goce y ejercicio efectivo de los derechos humanos en el continente no es el mismo desde la entrada en vigor, en 1978, de la Convención Americana de Derechos Humanos y la labor tanto de la Comisión como de la Corte Interamericana. Los fallos de la Corte, sobre todo, han determinado que los Estados adopten estándares y garantías de protección acordes con sus obligaciones internacionales, para beneficio de sus pueblos.

En cuanto a la democracia, la OEA ha podido hacer lo que los Estados que la componen le han permitido que haga.  La Carta Democrática Interamericana no es sino soft law –Derecho blando o Derecho naciente– sin fuerza vinculante. No es, por tanto, la OEA la que está en deuda. (O)

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