El 25 de noviembre fue declarado “Día de la no violencia contra la mujer”, en el Primer Encuentro Feminista Latinoameriano, en Bogotá, en 1981, con el propósito de perennizar la memoria de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.
Las hermanas Mirabal, oriundas de la República Dominicana, a temprana edad se convirtieron en activistas contra la tiranía del déspota Leónidas Trujillo, quien gobernó el país por más de treinta años.
Perseguidas políticas, arriesgando sus vidas, Minerva y María Teresa fueron a visitar a sus maridos a la cárcel, en compañía de su hermana Patria, el 25 de noviembre de 1960. A su regreso, en un paraje solitario, agentes del servicio militar de inteligencia, sometiéndolas a las más crueles torturas, las asesinaron. Luego colocaron sus cadáveres en el jeep en que viajaban y lo arrojaron a un precipicio, haciendo aparecer como que se había desbarrancado. Después de la huida de Trujillo, lo del “accidente” salió a la luz.
Recordadas siempre cada año, las hermanas Mirabal constituyen un símbolo de lucha de las mujeres del continente contra la represión política y las diversas expresiones de la violencia femenina.
Al respecto, la Conferencia de Derechos Humanos, celebrada en Viena (junio de 1993), propendió al reconocimiento de que “la violencia contra la mujer viola los derechos humanos”.
En nuestro país, en donde la violencia se ha hecho tan colectiva que forma parte de la vida cotidiana, la violencia es más cotidiana y se la ejerce con mayor fuerza contra la mujer, no obstante la Declaración universal y la “Ley contra la violencia a la mujer y la familia”, aprobada el 14 de noviembre de 1995.
Un muestreo en Guayaquil señala que en la Comisaría Cuarta de la Mujer y la Familia se han presentado, desde enero de este año, 7.839 denuncias de agresión femenina; un promedio de 712 por mes. La violación es uno de los delitos más denunciados, traumatizando a las víctimas para toda la vida. Generalmente quedan impunes.
Últimamente existe en el mundo un alto índice de mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas. Las causas: los celos, el alcoholismo, la descomposición familiar... En definitiva, el machismo.
En nuestra sociedad, el machismo, producto patriarcal, respaldado en los cánones religiosos, cosifica a la mujer, en una etapa histórica, cuyos valores supremos son el culto a la virilidad y la dominación. De ahí que el gobierno de la Revolución Ciudadana, apoyado por la gran mayoría popular, está llamado a impulsar, dentro de su proyecto político, mecanismos que apunten a la dignificación de la mujer en todos sus aspectos.
Somos conscientes de que la tarea es larga y compleja. No se puede echar abajo en corto tiempo más de quinientos años de opresión. Pero solo así se darán los cambios estructurales indispensables para pasar de una democracia representativa a una participativa. Solo en esta, la mujer ecuatoriana dejará de ser maltratada, figura decorativa y objeto sexual.