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El Telégrafo
María Fernanda Espinosa

Sobre la neutralidad de la tecnología

09 de junio de 2016

Vivimos en un mundo de paradojas. La humanidad nunca ha tenido tantos conocimientos, datos e información sobre casi todo: la salud, el clima, la ecología, la nutrición, las armas. Asimismo, hemos diseñado un complejo y sofisticado aparato institucional y sistemas políticos para organizar la sociedad y para tomar decisiones. Sin embargo, al mismo tiempo, el mundo nunca ha sufrido tanta inseguridad, tanta desigualdad y pobreza.

Hemos alcanzado también una increíble sofisticación tecnológica y se invierten millones de dólares en promover la innovación tecnológica a través de estudios, laboratorios y unidades de investigación. Hace pocas semanas, Unesco y la Politécnica de Lausanne organizaron una conferencia internacional para evaluar el impacto de la tecnología y la innovación en el desarrollo de la sociedad. En esa ocasión compartí tres reflexiones para argumentar que la tecnología y la innovación no son neutrales.

La primera es que la innovación y la tecnología son el resultado de una intención de una decisión deliberada, financiada, promovida, alentada por un interés o agenda específica, emerge de una prioridad, de una visión, de un compromiso.

La segunda reflexión es que el uso social de la innovación y la tecnología es lo que determina sus impactos o resultados, sean estos positivos o negativos. Así, el impacto de las tecnologías en el desarrollo está indisolublemente ligado a las decisiones políticas y las políticas públicas que las alientan.

La tercera idea es que el rol del sector privado en la financiación y promoción de la innovación y la tecnología debe ser regulado y supervisado por el Estado en concordancia con parámetros éticos y humanísticos. Los cimientos de la paz y la seguridad, el desarrollo racional y sostenible, el respeto con la diversidad cultural y el enorme valor de los conocimientos y tecnologías tradicionales deberían estar a la vanguardia de cualquier decisión sobre el desarrollo y la promoción de la tecnología y la innovación. El bien público, la seguridad humana y ambiental deberían estar por encima del lucro y de los intereses privados. Sin embargo, las negociaciones internacionales y los marcos nacionales en materia de transferencia tecnológica son el reflejo de las relaciones económicas y de poder a nivel mundial. El régimen de propiedad intelectual que excluye y limita el acceso a la innovación tecnológica, sobre todo de los países más pobres, es una herramienta para perpetuar las desigualdad y las injusticias del sistema internacional y un serio obstáculo para el desarrollo sostenible. Si esta constatación no es cierta, entonces todos tendríamos acceso a medicinas a bajo costo, al uso libre de semillas y fertilizantes para optimizar la producción agrícola, a energías que no contribuyen a acelerar el cambio climático como la solar o la eólica.

Si la tecnología no fuera una herramienta de control y dominación política, ¿entonces por qué se invierten ahora tantos millones en desarrollar armas letales autónomas, mejor conocidas como robots asesinos que pueden atacar y matar prácticamente sin control y acción humana una vez programadas?

En consecuencia, es claro que la tecnología actual y la agenda de innovación requiere un nuevo pacto global para hacer frente a los principales retos del desarrollo. La nueva agenda mundial para el desarrollo sostenible hasta 2030, que adoptaron los presidentes en la Asamblea General de la ONU el año pasado, es una oportunidad única para reevaluar las agendas de investigación sobre nuevas tecnologías y su relación con el el desarrollo. La brecha de acceso a la tecnología está íntimamente relacionada al actual régimen de propiedad intelectual que claramente establece reglas injustas y discriminatorias que requieren un fuerte trabajo de negociación internacional.

Asimismo, los beneficios y los riesgos de la innovación y las nuevas tecnologías deben regirse por principios éticos claros que requieren del ya mencionado pacto global de tecnología e innovación. 

Lo cierto es que la tecnología y la innovación están lejos de ser neutrales. Pueden ser un impulso o una amenaza para el desarrollo sostenible. Todo depende de las decisiones políticas y las prioridades que establezcamos. Esto será determinante para el compromiso que tenemos como sociedad para construir un mundo más humano y justo. (O)

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