La mujer del César no tiene que serlo sino también parecerlo. Y es que esta sentencia de vieja data es aplicable al encuentro clandestino entre dos presidentes de dos funciones del Estado y un político de turno que está detrás del poder judicial reeditando aquello que sus mayores lo hicieron en otrora.
Esta frase hace alusión al comportamiento en público y en privado, conlleva el mensaje de que se debe guardar la compostura y de que se debe ser coherente respecto al cargo que se ostenta o ante lo que se defiende. Y claro los dardos apuntan con mayor vehemencia hacia el Presidente de la Corte Nacional porque es el representante de los jueces y a quien hemos escuchado en forma reiterada decir que no es un actor político, habiéndoselo visto como un defensor acérrimo del principio de independencia de los jueces, lo cual fue dicho incluso en ese momento crucial de su carrera cuando le suspendió el Consejo de la Judicatura por retardo en el despacho de una causa.
En otro momento escribimos, que política y justicia no van de la mano e hicimos mención así mismo a otra sentencia que señala “Apaga y vámonos”, que equivale a decir “hasta aquí podemos llegar “se acaba de estropear todo y ya no hay quien lo arregle”; frase que es aplicable a ese encuentro entre dos políticos y un juez, y del que el gran perdedor es el presidente de la Corte Nacional, pues a los otros no les hace mella los comentarios que se han dado, pero sobre todo la justicia ecuatoriana ha quedado en entredicho una vez más, y la toga y el mallete han perdido fuerza y vigor.
Este hecho afrentoso nos ha puesto a refrescar la memoria para reencontrarnos con un pasado ignominioso que vivió la Corte Suprema de Justicia de la década de los 90 del siglo 20 cuando el “caudillo” del partido político hegemónico de la época, se reunió con el Presidente y algunos ministros de la alta corte a puerta cerrada y en el domicilio de uno de ellos, lo que generó como hoy una reacción nacional pues resultaba inconcebible esa cita misteriosa entre un político y jueces; pero el tiempo lo cura todo dice la sentencia popular y ya nos habíamos olvidado.
De todo da la mata. Y es que el mismo “caudillo” un poco después intentó meter las manos en la justicia ecuatoriana, pero como dice la abuela de la casa, “le salió el cura de la parroquia”, ya que el Presidente de la Corte Suprema, el Dr. Armando Bermeo Castillo, quien recibió un mensaje amenazante hizo valer su condición de juez y persona con valores y como defensor del principio de independencia judicial lo denunció públicamente, recibiendo el apoyo de las y los ecuatorianos.
Lo curioso y anecdótico es que el político que se reunió a escondidas veinte años después con el presidente de la Corte Nacional, es un discípulo del “caudillo”, porque al parecer el partido político al que representa tiene una suerte de hambre atrasada y hace sus intentos de meter sus fauces en la justicia ecuatoriana. Dos encuentros que ponen en duda la imparcialidad del juzgador y que denotan que el cordón umbilical con el poder político aún no se ha cortado; empero otro juez dio la lección de la historia, al evidenciar la coherencia entre el decir y el hacer, y ese fue Armando Bermeo Castillo. Donde abundan las palabras, siempre hay algo de pecado. La mujer del César no tiene que serlo…