Siendo tan solo una niña ya soñaba con tomar un micrófono y escribir textos novedosos e interesantes. Simulaba realizar entrevistas a personajes importantes. A medida que crecía, el sueño fue tomando cuerpo y me convertí en periodista.
Muchos años han pasado y en ellos muchas historias he contado. Las que más me enorgullecen son las que tienen como protagonistas a personas sin voz, ni poder, para hacerse escuchar.
No es fácil ejercer la profesión lejos de las fuentes del poder. No lo fue antes y no lo es ahora. El poder quiere periodistas sumisos, convertidos en amplificadores de discursos que lejos de la verdad que buscamos, nos llevan por el engañoso camino de la propaganda y la publicidad.
A los que no caemos en el juego nos llaman irresponsables, mentirosos, ignorantes. Buscar la verdad en muchos casos es motivo para que nos califiquen como prensa corrupta. A los calificativos se unen las amenazas y las agresiones por parte de muchas organizaciones o gobiernos a los que no les interesa que se sepan ciertos hechos.
Pese a este ambiente adverso la pregunta que muchos podrían hacerse es: ¿Qué hace que los periodistas sigan ejerciendo el oficio con tanta dedicación y sacrificio? La respuesta radica en entender al periodismo como una vocación de servicio que valora la verdad, la libertad y la justicia.
Nuestro oficio es un aporte significativo para la sociedad. Personas bien informadas, sobre lo que sucede a su alrededor, serán menos manipulables y podrán tomar decisiones adecuadas.
Como miembro del jurado académico del concurso Jorge Mantilla Ortega que organiza la Universidad de las Américas, he podido confirmar el valor del periodismo ecuatoriano. Admiro su valentía y su esfuerzo permanente por tratar siempre de cambiar algo todos los días.
Los trabajos que he revisado cuentan lo que vivimos los ecuatorianos en nuestro día a día. Buscan la verdad y encuentran las raíces de los problemas que sufrimos. Con hechos irrefutables demuestran la impunidad con la que muchos se benefician y las consecuencias de tener un Estado ausente en unos casos y cómplice en otros.
Otros trabajos nos hablan de aspectos maravillosos de nuestro país y su gente. Son historias únicas sobre temas muy variados de la realidad. Relatos y entrevistas a personajes que nos inspiran a seguir su ejemplo para hacer del Ecuador, un mejor país.
Excelentes trabajos, que cuentan desde una perspectiva externa e independiente hechos que inciden de modo directo en nuestra vida como sociedad.
Este año hemos recibido más trabajos que en años anteriores y ello nos llena de orgullo. Cada uno de ellos ratifica que el periodismo esta más vigente que nunca. Más aun ante la aparición de decenas de nuevos actores que, con un celular en la mano, pretenden convertirse en comunicadores que cuentan cualquier cosa y opinan sobre muchos temas, sin la mínima ética, ni rigurosidad.
Estamos en un momento en que la tecnología permite a estos “nuevos actores” compartir un espacio y competir con el periodismo serio. Vivimos épocas complejas en las que fácilmente podemos ser engañados por las mentiras virales. Según datos de Eurostat, un usuario típico pasa un promedio de dos horas y media, por día, en sitios web y redes sociales. Según la misma fuente, solo un tercio de estas personas verificó la veracidad de la información que vio.
Excelentes trabajos serán premiados esta semana en la ceremonia del Premio Jorge Mantilla Ortega que incentiva el esfuerzo periodístico por revelar hechos y desentrañar procesos complejos con un periodismo innovador, ético y riguroso.
Confieso que leer, escuchar y mirar decenas de trabajos periodísticos, realizados por mis colegas, me ha confirmado que no me equivoqué de profesión.
Esta semana estamos de fiesta. Hay mucho que celebrar en el periodismo. Si molestamos al poder, nos odian los políticos, persiguen los corruptos y los humildes nos agradecen es que estamos en el camino correcto.
Gracias, colegas por hacer de nuestro oficio, un rol de enorme trascendencia social.