El hermoso y recientemente inaugurado mural llamado ‘Gritos de la memoria’ se lo hizo para eso, para recordarnos las violaciones de los derechos humanos en el mundo entero. No gusta a algunos, ahí se evidencian los innumerables atropellos del régimen socialcristiano. Claro, lo ideal sería que murales con estas temáticas no se tengan que crear y que el arte se dedique a cosas más sublimes que estas execrables violaciones. Además, que no tenga que haber días especialmente dedicados a los derechos humanos, pero la memoria es la única herramienta para evitar que esto vuelva a suceder.
Con verdadero espanto nos enteramos de las prácticas atroces denominadas ‘técnicas de interrogatorio’ a supuestos terroristas implementadas por la CIA durante el régimen de George W. Bush, que pretenden quedar en la impunidad. Y más consternación provoca saber que el conocimiento fue puesto al servicio del terrorismo de Estado, psicólogos eran asesores estrellas y bien pagados para diseñar novedosas y escalofriantes técnicas de tortura. Con esto queda invalidada la pretensión de Estados Unidos de erigirse en árbitro para juzgar el cumplimiento de los derechos humanos en el mundo. Observamos cómo, con torpeza, en este mismo momento se imponen sanciones a Venezuela por este tema. Esto, no obstante, tampoco le exime a Venezuela de rendir cuentas de las acusaciones de vulneración a derechos humanos.
Todos estos hechos nos llevan a reflexionar acerca del tipo de Estado que hemos construido, estas organizaciones políticas modernas de concentración de poder se vuelven contra la sociedad y hoy se precisa defender la sociedad del Estado. ¿Será que la real politik impone a los Estados la violación de derechos humanos? ¿Será que no hay una forma más humana y democrática de organizar el poder? Según el teórico político Philip Abrams, el Estado es un triunfo del ocultamiento, oculta las relaciones de sometimiento tras una máscara ahistórica de ilusión legitimadora. El Estado no es la realidad tras la máscara, él mismo es la máscara que nos impide ver la práctica política tal como es.
En el caso del Ecuador, los informes de derechos humanos de estos últimos años, realizados por instancias académicas como la Universidad Andina, por la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu), por Amnistía Internacional no son alentadores. Penosamente, ya hay un largo listado de temas escabrosos que necesitan ser investigados, aclarados y sancionados. Quizás el mural recientemente inaugurado sirva para refrescar la memoria de la propia Fiscalía y de los tribunales de justicia ecuatorianos frente a todas las violaciones de derechos humanos, de antes y de ahora.