Quienes tenemos la suerte de haber vivido varias décadas y podemos mirar hacia atrás, nos damos cuenta de que ha sido un largo camino, no siempre fácil, no siempre positivo, pero por supuesto, lleno de las alegrías que proporcionan los nacimientos, las celebraciones, pleno de amaneceres, de puestas de sol, de retos, a veces de sinsabores, pero todo aquello va componiendo la maravilla del vivir, algo que podemos llamar la maratón de la vida.
Ahora en que estamos impregnados del deporte olímpico, plenos de satisfacción por los triunfos obtenidos por los jóvenes que se han destacado en las competencias de Tokio, cubriendo de gloria al tricolor nacional, hablar de maratón se vuelve obligatorio, a pesar de que las disciplinas son variadas: ciclismo, pesas, y podrían venir otras en esta racha olímpica que nos ha sorprendido gratamente a todos los ecuatorianos.
Pero del que hablo es un maratón diferente, tiene que ver con el largo aliento, con la capacidad de hacer frente a los altibajos, a las vicisitudes que toda vida conlleva, a la posibilidad de enfrentar los desafíos cuotidianos con la frente en alto, con la sonrisa a flor de piel a pesar de que por dentro se lleven las lágrimas.
La idea es mantener una actitud positiva, pensar en que nos va a ir bien, que tenemos posibilidades de mejorar. Estoy convencida que ese tipo de opción que tomamos nos hace ganar puntos en la misma tarea de vivir.
Alguien decía que, si tenemos esa aproximación positiva, ya hemos ganado la mitad del camino, y estoy convencida de que es cierto, de que hay mucho de razón en este decir, ya que sabemos que la actitud es decisiva.
Mantengamos un espíritu propositivo frente a la maratón de la vida que a todos nos toca vivir.