Con tanto escándalo en torno a la entrevista realizada por la periodista Ana Pastor al presidente Correa en España, no me quedó otra que ver el video completo y leer algunas opiniones de analistas serios, que para mi sorpresa resultaron muy distintas y juiciosas, en contraste con el trino en Twitter de la periodista o con el artículo del NY Times.
Vi que la entrevista comenzó en luna de miel, todo sonaba hasta bonito para la vitrina extranjera.
La entrevista fluyó suavemente hasta que de repente… Ana le puso el primer cascabel al gato, es decir “Gran hermano Fabricio”; Correa salió bien parado, pero muy incómodo por lo personal del asunto. Para entonces, Ana comenzaba a dar señales de quererle halar la alfombra al “Mashi”.
Hasta el momento la periodista no informaba al Presidente que no estaba acostumbrada a que le llamaran “Anita”, esto solo lo hizo cuando la entrevista pasó de luna de miel a “luna de hiel”. Verdad es que hay Anas a las que no nos gusta el Anita, pero hay que entender que los diminutivos son una forma amable y cariñosa que usa el ecuatoriano.
No es atrevimiento, es algo tan cultural como el doble beso en algunos países europeos.
Luego Ana -todavía Anita- le puso el segundo cascabel al gato, es decir, El Universo y libertad de expresión.
Si la periodista pensó que “Mashi” se le iba a callar, es que no hizo la tarea. El problema surgió cuando Ana se volvió más incisiva y punzante. Ahí sí…el Presidente se comenzó a fastidiar en serio y personalizó en ella su molestia con la prensa. En ese momento Anita se convirtió en Ana.
Confieso que no percibí en el comentario irónico de Correa una afirmación de que el cartel de Sinaloa financiaba a Human Rights Watch, como dijeron Ana y el NY Times.
Aprecié más bien un comentario sarcástico, muy de su estilo y en tono de pregunta, a tal punto que lo contrario supondría deducir que las monjas de la caridad también lo financiaban. Pero ese es el problema de contar chistes flojos y con doble sentido al aire, que para darle el sentido deseado los transcribe un periodista o un abogado y les ponen la entonación que a bien tengan. Estoy tan segura de cómo lo percibí, que la misma Ana no interpeló al Presidente en ese instante y ella de lenta no tiene un pelo.
Al final Correa cerró la entrevista, esta vez adrede, con un sarcástico “Anita”. Esta no se dejó pillar los dedos del todo, así que, terminada, cayó en cuenta de lo de Sinaloa y lo envió a “su manera” vía Twitter, pero para mal de sus pecados el Presidente la dejó Anita de por vida. ¿Resultado? 1-1.