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El Telégrafo
Sebastián Endara

La libertad y el cuidado de sí

23 de abril de 2021

La historia de la filosofía occidental está traspasada por la idea de que la sabiduría proviene del conocimiento de uno mismo. Desde Heráclito hasta Foucault, este “saber de sí” se propone como un conjunto de principios y prácticas que nos permiten “hacernos a nosotros mismos”, es decir, no solamente el establecimiento de la significación de nuestra vida en el mundo (que ya es bastante) sino la continuación y la vigencia de la libertad.

Los existencialistas veían a la libertad como la condición elemental de la ética, ese conjunto de principios que orientan nuestro paso por el mundo, un mundo conformado por otros individuos que interactúan, se condicionan, se proyectan, y en conjunto, construyen sus historias y su existencia. Es decir que la libertad, siendo el fin del cuidado de uno mismo, es también el origen del sujeto social. Así llegamos a concluir que la libertad es un saber que requiere de una constancia y de una preservación a través del tiempo. Al cuidar de nosotros mismos, cuidamos de la libertad y viceversa, pero esta libertad nos proyecta al establecimiento de conexiones y relaciones con los otros de los que no podemos prescindir. El cuidado de si es por ende un cuidado de los demás, y en esta medida es una cuestión política que implica un conocimiento determinado, pues no podemos cuidar de aquello que no conocemos.

La filosofía política en cuanto reflexión sobre los demás, es una pre-ocupación con un objeto complejo: la posibilidad de que una conciencia colectiva sobre la libertad se reproduzca y profundice en el tiempo, y la acción política en cuanto praxis, estaría destinada a garantizar esa libertad. La libertad es un modo de acción y de pensamiento para con uno mismo y para con los demás; es en conclusión, un modo de acción ético-político. No existe libertad que no considere en el núcleo mismo de su naturaleza ontológica al otro y la importancia de su vida; por tanto, es muy probable que la construcción de si, pueda más bien ser asumida como un cuestionamiento de sí, sobre todo bajo las obtusas ópticas del individualismo, tan en boga en la actualidad.

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