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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

La lección de la tortuga

19 de marzo de 2016

En estos días, con la visita para un taller con el director de teatro surcoreano Suk Man Kim -autor del libro La Teoría de Stanislavski-, salió el tema de las fábulas de Esopo. Una en especial, ‘La liebre y la tortuga’. Explicó que, en la profundidad del relato, la primera representaba a los ciudadanos quienes buscaban un cambio, mientras la tortuga era un símbolo de la aristocracia que, a paso lento pero seguro, siempre lograba su objetivo de quedarse con el poder.

Esto llevó a otra conversación: la mitología de Ecuador, tan poco conocida porque aún creemos que únicamente hay una sola versión de la historia. Por eso, comparto esta versión literaria del mismo tema, pero con otro animal igual de veloz. Acá, acaso, la idea de la unión sea la clave. Será el lector quien lo juzgue de este mito que aún sobrevive en las voces de los abuelos amazónicos.

Las patas ágiles del venado llegaron hasta el río. Su cornamenta grácil se reflejó, mientras divisaba su propia cabeza en la ondulación del agua. No alcanzó a mirar alrededor porque sus ojos iluminados se lo impedían.

Meció su pelambre y respiró ufano, como si fuera el animal más hermoso de toda la selva y, además, el más veloz.

Con esta idea trotó leve hasta donde se encontraba la tortuga, que mordisqueaba unas hierbas con lentitud, como si toda la tarde le perteneciera. El venado habló:

“Cuñado, mañana temprano vienes para saber quién corre mejor”. Aunque el venado habló de que era un simple juego, la competencia en realidad había sido acordada para cubrir la distancia de un mar al otro mar.

Al otro día la tortuga acudió como si sus pasos llevaran el peso de su caparazón.
El venado tenía prisa por ganar la contienda y exclamó:

¡Corramos y corramos hasta ver quien llega primero al mar!

Antes de dejar los primeros árboles, la tortuga dijo que tenía que comer algo para tener energías y que el venado siguiera corriendo, pero su contrincante aprovechó para descansar.

La tortuga se escabulló por unos arbustos y llegó donde sus parientes para contarles lo sucedido. Pactaron una estrategia para ganarles a los venados.
Cuando la tortuga volvió, el venado le esperaba con impaciencia, pero pudo más su orgullo y le dio ventaja:

Ve tú primero, le dijo, y la tortuga reinició su andar.

Pero por más que el venado corría no podía alcanzarla. Al poco tiempo el venado estaba exhausto y gritó:

¡Cuñada tortuga! Cuñada, ¿dónde estás?

Desde la distancia le contestaron:
¡Ouuu... ouuu!

El venado corrió nuevamente donde creía que estaba la tortuga, pero siempre había una voz que le respondía cada vez más lejos. Sus patas desesperadas cubrían distancias y había perdido el rastro. Así corrió hasta que reventó del cansancio y murió...

Enseguida salió otro venado a correr, pero tampoco alcanzó a la tortuga. Y salió otro más ágil, pero pronto fue vencido. Es que las tortugas se habían echado a lo largo del camino y hace tiempo que habían llegado al mar. (O)

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