Los últimos días en Ecuador han reflejado una creciente tensión en donde hemos podido atestiguar la escasa, por no decir ausente, capacidad de generar un verdadero proceso de diálogo orientado a concertar sobre aquellos temas críticos en materia económica y social, en aras de establecer una agenda (cumplible) a corto, mediano y largo plazo; que satisfaga las demandas de los diversos sectores sociales y productivos de nuestro país.
Apagar el fuego con gasolina es una completa imprudencia, ya que como en alguna ocasión lo manifestó la activista de Derechos Humanos Nelsa Curbelo, “no es posible dialogar en medio de un incendio”. Jugar a asfixiarse hasta generar dolor en un ya bastante golpeado país, es una batalla donde nadie puede ganar.
La necesidad de concertación es evidente, por lo que entender las realidades diversas es menester, tender puentes y abrir espacios de diálogo va más allá de pensar en variables dicotómicas que simplemente han perjudicado a los ecuatorianos y ecuatorianas.
Para ello, es fundamental hacer uso de un abordaje intercultural y de una lectura clara del complejo contexto nacional, en el cual se depongan las posturas antagónicas y se validen las legítimas demandas existentes desde una perspectiva transformadora, en lugar de únicamente considerar como admitido el enfoque securitista.
Mientras no haya claridad en las causas estructurales que han derivado en el escalamiento del descontento social generalizado, será aún más difícil iniciar con un proceso que atienda las consecuencias de esta situación y que pretenda a través de la militarización de la zona de conflicto, borrar de un plumazo sus antecedentes, y más aún, desconocer los orígenes de la problemática.
La negociación y los procesos de diálogo han dado cuenta, a través de la historia, de que esto es posible lograr cuando existe suficiente voluntad de parte de las partes involucradas para que se ejecuten, conformar un equipo multidisciplinario con expertos y expertas en el tema (sean nacionales o internacionales), debería constituirse en el primer paso para analizar causas, estrategias de abordaje y posibles salidas a esta crisis que cada vez tiene mayores implicaciones en los sectores urbanos, urbano-marginales y rurales. Solo teniendo un diagnóstico claro, será posible brindar el tratamiento adecuado a esta enfermedad de la cual adolece el Ecuador, antes de que sea más tarde.
El país está expectante ante esa salida, difícil, pero necesaria, de esta agobiante crisis que nos mantiene en vilo y que nos ha hecho vivir el dolor del drama humano, sin poder ya, ser ajenos al mismo. El punto de inflexión actual demanda posiciones neutrales y es nuestra responsabilidad histórica apuntar a ello.