Fueron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Washington, con el cargamento ácido de su odio y amargura, los opositores militantes de la reacción mediática y de la izquierda sectaria que por su descomposición ideológica es la mejor aliada de la derecha, para acusar al Presidente hasta del calentamiento global, pasando por la cacareada falta de libertad de expresión. Tan variopinta delegación de quejosos hermanados por su sed de revancha, le dio al Gobierno el mejor argumento para su defensa en ausencia, pues hicieron uso y abuso del derecho a decir todo lo que les dio la gana, tal como lo hacen dentro y fuera del país sin ninguna limitación; y cuando el aludido ejerce su derecho a la réplica, ponen la cara de víctimas.
Sus corifeos se atreven a calificar de astucia al enorme esfuerzo gubernamental para la construcción del Buen Vivir, cuyos indicadores son motivo de estudio en otros países que quieren emular nuestros resultados en el combate a la pobreza, disminución del desempleo, inclusión social, equidad en la distribución de la riqueza, fruto del incremento de la inversión productiva nacional y extranjera en virtud de la seguridad jurídica que impera en Ecuador para los actores económicos. Hablan de esclavitud de la gente que en ejercicio de su libertad es la beneficiaria de la mayor obra pública de la historia. En el clímax de su extremismo, a los reiterados triunfos electorales de Alianza PAIS, en ejercicio de una real democracia participativa, le llaman dictadura.
En la pequeñez de su alma de vasallos añoran el sometimiento al imperialismo y más potencias transnacionales. Reniegan de la recuperación de nuestra dignidad y soberanía con acciones inequívocas del actual proceso revolucionario, como la expulsión de gringos de la base de Manta y de la embajadora yanqui, el cambio de los contratos de participación a los de prestación de servicios, con lo cual recuperamos el 80% de nuestra renta petrolera; el rechazo al tramo ilegítimo de deuda externa por el orden de los 3.800 millones de dólares.
Al contrario de lo que sucedía en tiempos de la partidocracia neoliberal, cuando los candidatos gobiernistas ocupaban la vergüenza de la cola en elecciones, ahora, y luego de ser escogidos en rígidos procesos de democracia interna, son la mejor opción de triunfo.
Cuidado ‘contreras’ con morderse la lengua, se pueden envenenar.