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El Telégrafo

La hora de los regalos

25 de diciembre de 2013

No soy creyente. Quiero decir creyente en los dogmas de la religión o del mercado, que en ocasiones tanto se parecen. Sabido es que no hay pruebas suficientes de la existencia real de los personajes que intervienen en los misterios cristianos que se celebran durante este tiempo. Sabido es también que ciertos elementos míticos de esta tradición también están presentes en otras mitologías: el milagroso nacimiento de un niño hijo de una madre virgen, el favor hacia los humildes y los sencillos, la presencia de seres de luz en su alumbramiento…

Sin embargo, de acuerdo a la tradición, la Navidad es (o debería ser) un momento de encuentro familiar, un tiempo de abrazos y de presentes. Y es ahí en donde las cosas se comienzan a complicar. Porque de un rato a otro, lo que debería ser una muestra de cariño se convierte en una obligación, y lo que debería ser el sencillo don de lo que se puede dar se transforma en la competencia por ver quién tiene más posibilidades y, en últimas, quién mueve la economía con una manivela más grande.

Se ha sabido de alguna empresa o institución en donde se ponía la típica ‘base mínima’ para un regalo entre amigos secretos, pero no solamente eso, sino que, para demostrar que se había respetado ese límite, además, se pedía la factura correspondiente como parte del regalo.

Ahora la Navidad está repleta de señores Scrooge disfrazados de cariñosos dependientes o compasivos empresarios que solamente están interesados en fortalecer sus ganancias.

Por eso tal vez sea bueno atender a otro tipo de propuestas. ¿Por qué no hacer los presentes con nuestras propias manos, aprovechando aquellas habilidades que tenemos? Y si nos falta tiempo o talento, en lugar de acudir a los grandes almacenes, ¿por qué no hacer nuestras compras navideñas en las ferias de artesanías, o a personas que sabemos que realmente serán beneficiadas de una manera justa si adquirimos sus productos o sus manufacturas? ¿Por qué no convertir nuestras acciones en presentes? Una visita, una salida, una invitación a degustar algo que hemos preparado con poco dinero y mucho cariño…

Es complicado competir con una maquinaria tan pesada y perversa como la del capital que se adentra aun en los intersticios más espirituales del ser humano y los trivializa y envilece con el dogma de la ganancia. Sin embargo, no será imposible si las personas conscientes se esfuerzan por devolverle el sentido de amor y solidaridad que debería ser la auténtica tónica de estas fechas.

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