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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

La historia negra de la Casa Blanca

Historias de la vida y del ajedrez
20 de marzo de 2014

Como peces que se mueven en el agua y no son conscientes de ella, los humanos, también inconscientes, nos movemos en medio de las palabras que inventamos. Algunas son palabras transparentes, pero hay otras turbias, sospechosas. Por ejemplo, los griegos, tan inteligentes, inventaron, sin darse cuenta, una palabra que actúa como neurotóxico. Esa palabra alucina porque le hace ver y creer a la gente cosas que no existen. Y también es un paralizante individual y colectivo. Los que mastican y respiran esa palabra, no desean salir de ella y quieren morir en medio de la más aterradora de las inmovilidades: es la palabra democracia. Con la democracia, una vez supuestamente conseguida, la gente no necesita ni quiere más. Suficiente. Y entonces surge una parálisis física y mental que solo se rompe cada 4 años para movilizarse a votar por algunos personajes que otros ya han elegido.

Todo esto, para recordar que los que escribieron los textos fundacionales de los EE.UU., luminosos documentos que hablaban de igualdad, libertad y democracia, eran esclavistas despiadados. Uno de ellos, el presidente George Washington. En aquel entonces los esclavos que supieran leer y escribir eran condenados a muerte, al igual que quien les hubiera enseñado, sin importar que sus profesores hubiesen sido blancos. Por eso los esclavos de Washington eran iletrados. El Presidente respetaba la ley.

Claro que había otras leyes molestas. Por ejemplo, los visitantes ocasionales a un estado, podían tener con ellos a sus esclavos, pero no por más de 6 meses. Para respetar la ley, Washington cambiaba de domicilio cada 5 meses, con sus esclavos, gobernando desde Pensilvania o Virginia.

Pero hubo una esclava suya que también supo burlar la ley: se llamaba Oney Judge, y escapó de la esclavitud de Washington. El presidente se lanzó en su búsqueda y publicó este aviso en los periódicos: “Se ha fugado de la casa del presidente de los Estados Unidos, sin ningún motivo, Oney Judge, de ojos muy negros y cabello espeso. Estatura mediana, bonito cuerpo, de unos 20 años de edad. Si intenta huir por agua, recordamos a los capitanes de los barcos que no pueden encubrir este delito. La persona que la capture, recibirá una recompensa de 10 dólares”.

Oney, que valía 10 dólares, logró refugiarse en una comunidad negra. El presidente envió emisarios para negociar su regreso, pero Oney se negó a perder su libertad. Entonces Washington intentó su secuestro, pero fue advertido acerca de reacciones violentas de las comunidades negras que ya habían alcanzado su libertad y que protegían a Oney Judge. Washington tuvo que renunciar, finalmente, a esclavizarla de nuevo. Pasaron los años, Oney se casó, tuvo hijos e hizo algo que le estaba prohibido: aprendió a leer y a escribir y por eso conocemos su historia.

Aquí también la dama negra hizo lo correcto:

Spanier-Lorenz, Hannover 1965

1. … D4T!,
2. DxD C6C mate

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