Desde décadas atrás, en la segunda mitad del siglo pasado, se empezó a hablar sobre la posibilidad de modificar el clima de manera artificial y hacerlo a gran escala. Ese tipo de iniciativas y mecanismos sobre cómo proceder se ha incrementado en los últimos años, sobre todo a raíz de la poca capacidad que hemos tenido los seres humanos de modificar hábitos a fin de volvernos más responsables con nuestras actuaciones frente a lo que ocurre en la tierra.
Es en este sentido que cada vez más se viene hablando de las posibilidades reales que la geoingeniería tiene para evitar el que la tierra se caliente de manera irreversible, con las consecuencias que ello tendría para la vida de los seres humanos en la tierra. La subida del nivel de los mares debido al derretimiento de los glaciares, la desertificación de enormes pedazos de las otrora tierras cultivables, la escasez del agua, entre otros temas, ponen de relieve lo irresponsable que ha sido el ser humano con los recursos del planeta.
La geoingeniería plantea soluciones que tienen enormes riesgos, pero a las que seguramente en algún momento los científicos y las grandes potencias van a sentirse impulsados a accionar estos mecanismos que podrían tener consecuencias impredecibles para todos.
Uno de los más recurridos ejemplos es el que se pone con lo ocurrido con la erupción del Pinatubo en 1991 en las Filipinas, con una enorme cantidad de partículas expelidas a la atmósfera, que lograron enfriar la superficie de la tierra, frenar la radiación solar y disminuir en algunos milímetros el nivel de las aguas de los mares.
Los expertos y sobre todo los partidarios de la aplicación de la geoingeniería mencionan este caso como un claro ejemplo de que una erupción a gran escala puede modificar el permanente ascenso de los indicadores respecto del calentamiento global. Por ello se habla de la posibilidad de varias erupciones controladas que producirían el mismo efecto.
Lo que no se dice todavía es hasta qué punto el control sería posible, ya que la fuerza de la naturaleza es bastante imprevisible, como lo demuestran represas desbordadas, imposibilidad de prever erupciones, fuerza de los huracanes y tifones, por citar solo unos casos, lo que dejaría en manos de esa imposibilidad el futuro de los pueblos cercanos a los sitios de erupciones provocadas y hasta podría desatarse una catástrofe a escala mayor.
En todo caso, no hay que perder de vista lo que los científicos hablen sobre la geoingeniería con sus diversas posibilidades de modificar el clima del planeta y el curso de la humanidad.