¿La filosofía para qué sirve? Es la pregunta que surge en el momento en que nos acercamos a esta categoría fundamental del conocimiento. En los siguientes párrafos esbozaré algunas ideas que nos permitirán entender a esta antigua amiga y maestra de la humanidad. Y es interesante, porque la filosofía, al tiempo que no es un conjunto de conceptos y nociones definitivas o concluidas, se trata de una manera de pensar, de posicionarse frente al mundo y de transformarlo.
En un principio, podemos decir que la filosofía es una forma de observar la realidad y que procura comprender los hechos más allá de su apariencia inmediata; permite abordar la ciencia, sus valores y sus métodos; facilita razonar sobre religión, arte, la especie humana en sí, en su vida diaria y en su intento por trascender tanto como individuo como parte de una especie. La filosofía es un juego irreverente que surge de lo que existe, que critica y cuestiona, hace preguntas intrusivas y difíciles de contestar, algunas sin respuesta, abre la puerta a posibilidades, nos hace vislumbrar otros mundos y otras maneras de entender la vida.
Por tanto, la filosofía es incómoda, debido a que cuestiona la forma de ser de las personas, las sociedades, el mundo. Analiza prácticas políticas, científicas, técnicas, éticas, económicas, culturales y artísticas. No hay ámbito humano en el que no intervenga, no pregunte, no cuestione. Y, en este sentido, la filosofía resulta peligrosa o subversiva, ya que trastoca el orden establecido y se enfrenta a quienes lo quieren conservar de una u otra manera, sin cuestionamientos.
Esta vieja y maravillosa amiga del conocimiento, cuando surgió entre los griegos en el siglo VI a. C., abarcaba tanto la investigación filosófica en sí misma como lo que ahora se llama conocimiento científico. Desde un inicio el filósofo se dedicó a reflexionar y teorizar sobre todos los temas, tratando de responder no solo el porqué de las cosas, sino también el cómo, es decir, la forma en la que suceden o funcionan.
Los primeros filósofos griegos era estudiosos de la geometría de las cosas y del mundo que observaban. Luego, la filosofía se enlazó con la ciencia para construir, en base del método, el saber científico y todo lo que entendemos como nuevos conocimientos que ayudan a la humanidad en la satisfacción de sus necesidades no solo materiales, sino también de orden espiritual. Requerimos de ella porque necesitamos educar al ser humano para el ejercicio de la libertad y la responsabilidad en su estancia de vida. La filosofía al interior de la educación es necesaria para que la persona piense por sí mismo, y para que disponga de elementos cognitivos, reflexivos y críticos con los que pueda aceptar o cuestionar las reglas que otros han establecido para él.
La filosofía quiere encontrar el significado más profundo de los fenómenos. No basta con saber cómo estos funcionan, sino también qué significan en el orden general del mundo. Esta disciplina del conocimiento efectúa juicios de valor al realizar consideraciones sobre cada hecho, cada acción en relación con el todo. La filosofía va más allá de lo que es, para proponer cómo podría ser. Y, por tanto, es indispensable para la vida de las personas, que deseamos ser seres humanos completos, libres y responsables de nuestras elecciones y en nuestro pensamiento. Para eso sirve la filosofía.