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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

La estrategia del hecho aislado

27 de abril de 2016

Ante la angustia desbordada de un ciudadano afectado por el terremoto, yo no habría reaccionado igual que el presidente Correa. Para mí habría sido bastante fuerte tener que levantarle la voz a alguien afectado por una tragedia de tal magnitud y además amenazarle con una detención (que, en últimas, nunca sucedió). Sin embargo, no se puede desconocer que este es un momento complicado. Y que los rasgos de humanidad no siempre se manifiestan en compasión o acogida, sino también en la demarcación de un límite quizás necesario para detener una descontrolada reacción emocional en cadena.

Pero ocurre que vivimos en un tiempo en que cierto tipo de carroña es un producto altamente cotizado en el mercado de las campañas políticas. Entonces lo filman, editan el video de modo que aparezca como si el Presidente no hubiera hecho más que eso, lo ponen a circular en redes sociales… Y vamos con todo. Hay, por ejemplo, gente que afirma en las redes sociales que Rafael Correa “anda metiendo preso a todo el que se lamenta” … ¿serio? ¿será que pueden mostrar siquiera un parte policial, una orden de captura, una foto que no sea trucada, el video del momento del apresamiento en el que el Presidente en persona se encarga de detener a alguien que no ha podido contener el llanto? ¿Hasta qué punto conviene ponerse a sembrar cizaña en estos momentos? Digo, desde el punto de vista ético, porque ya se ha visto que hay gente que vendería a su madre con tal de desprestigiar al actual régimen.

En estos días se han visto enormes brotes de solidaridad nacional e internacional. No solamente ese exhibicionismo que nos hace fotografiarnos cuando entregamos una donación, sino solidaridad verdadera. Se ha visto –hay que decirlo– gente antes muy recalcitrante contra el Gobierno que ha bajado el tono y se ha puesto a colaborar en lo que ha podido, como ha podido, dando lo mejor de sí. El corazón se ha alegrado al comprobar de qué estamos hechos muchos ecuatorianos y cómo en el momento de la tragedia sí hay gente capaz de dejar a un lado las rencillas y sencillamente arrimar el hombro para sacar adelante una provincia entera asolada por la tragedia.

Tal vez por eso no solamente molesta, sino que duele la insensibilidad de la otra gente que, con tal de seguir regando veneno, elabora ‘memes’ en donde hay una foto del Presidente comiendo algo y se le acusa de estarse robando las donaciones (¿qué, no puede ni siquiera comer?), se clama a gritos por el final de las sabatinas (sabemos para lo que es…) y se arma un quilombo de Dios es padre a partir de un solo incidente aislado, como si fuera lo único que Rafael Correa, en medio de la tragedia que a él mismo le ha tocado vivir, no pudiera tener, como todos, sus tres minutos de impaciencia. Como si no hubiera hecho nada más que eso. Como si su presencia permanente y su apoyo irrestricto a las víctimas de la desgracia no hubiera existido jamás. Como si los que lo critican entre palabrotas, insultos destemplados y alusiones peor que personales fueran mejores que él, a quien por lo menos se le debe reconocer algo que ningún otro ha hecho: quedarse más de veinticuatro horas en la zona de desastre… y no precisamente para observar pasivamente, ni para que le vean pasar por ahí entre camiones de multiproductos, aprovechándose de la tragedia para adelantar su campaña electoral. (O)

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