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El Telégrafo

La esencia del neoliberalismo

18 de junio de 2011

En 1998 el sociólogo francés Pierre Bourdieu reflexionaba, bajo este título, por qué el discurso neoliberal era (es) un “discurso fuerte”. Un discurso duro de combatir y que cambia de rostros, imágenes. Entre los elementos en los que radica su fuerza está su íntima relación con la ciencia económica, la de los últimos 80 años, la cual elaborando una “ficción matemática” sustituyó los hechos por una descripción seudo científica de lo real. Antepuso su mirada de lo que debería ser el mundo al mundo como tal. Esta sustitución permitió difundir una imagen del mundo motivada por las fuerzas naturales de los hombres.

La ficción matemática imaginó su propio mundo, haciéndonos creer que si dejábamos que las fuerzas del mercado fluyan libremente la humanidad ganaría en riqueza, bienestar y progreso. Incluso las imágenes dolorosas de la pobreza del tercer mundo solo eran consecuencia de los malos gobiernos, a los cuales era necesario educar. Así, el neoliberalismo convertido en programa político arrancó la historia de las condiciones materiales de vida. Si existe pobreza es por la naturaleza torpe, deformada de los individuos. Y lo peor: se llegaba al cinismo de construir verificaciones empíricas con las cuales ‘demostraban’ lo real de esa naturaleza deformada. Una forma concreta de corregir esas deformaciones fue, por ejemplo, las desregulaciones financieras y los acuerdos multilaterales de inversiones, con los cuales el capital internacional se protege contra los Estados nacionales. Otro ejemplo: el diseño de lo que Bourdieu denomina “programa de destrucción metódica de los colectivos”. Su objetivo era poner en duda las estructuras mismas de los colectivos, de la movilización social que pretendiese atentar contra la lógica del mercado que amplía la proletarización del trabajo.

La lógica del mercado obtiene su fuerza de una gama de intereses: accionistas, industriales, conservadores, socialdemócratas, en asociación con otras fuerzas como las grandes corporaciones de la información, los capitales especulativos. De ahí la repetitiva frase de que no hay seguridad jurídica o de que si seguimos así perderemos la confianza del mercado. Sería ingenuo creer que la larga noche neoliberal ha pasado. Mucho de su ideario se ha matizado en una moralidad conservadora de la defensa de los valores tradicionales dominantes. Ya no es lo político lo que está en juego sino quién es bueno y quién es malo, quién es más o menos liberal, quién es más o menos demócrata. En cualquier caso se despoja a la realidad de su existencia concreta y se la sustituye por un imaginario falso, imaginado y construido  tradicionalmente por esa vieja industria mediática en la que han nacido por lo menos las últimas tres generaciones. Hasta el capitalismo más salvaje se maquilla bajo la más tierna imagen del amor.

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