En la década del 60, cuando se iniciaron las investigaciones para el desarrollo de la cuenca del Guayas, la población del país no sobrepasaba los 10 millones de habitantes, en aquellos días se consideraba que si de los 3 millones y medio de hectáreas de la cuenca se estabilizaba la producción agrícola pecuaria en el 50% de su superficie, podría proporcionarse una dieta de 3.000 calorías a todos los habitantes del Ecuador.
Sin embargo, la topografía de la Cuenca del Guayas no es plana, el 70% de su superficie es irregular y en mayor o menor grado susceptible de erosión.
Investigaciones realizadas en las primeras épocas de la Cedegé indicaban que los valores de las pérdidas potenciales del suelo de las cuencas aportantes de los principales ríos tenían valores que fluctuaban entre muy altos a altos y si se consideraba el valor de los sedimentos que transportaban sus principales ríos se deducía que se estaría perdiendo aproximadamente 4.500 hectáreas por año del estrato superficial del suelo, lo cual en diez años sería igual al doble de la superficie que se esperaba habilitar con los proyectos de desarrollo agrícola.
Con las evidencias, de lo que potencialmente significaban las pérdidas de suelo, el desaparecido departamento de Agro-ecología de Cedegé estableció parcelas de observación en zonas frágiles de suelos característicos de la cuenca, constatando, durante la estación lluviosa en suelos bajo cultivos, pérdidas de hasta 29,3 toneladas por hectárea, las cuales eran calificadas como fuertes por expertos como Suárez de Castro.
Este peligro de la erosión estaba aumentando por actividades del hombre, como es la explotación maderera, pues observaciones realizadas después de 20 años de construidas las obras estimaban que en las zonas poco accesibles de la represa, como son las cabeceras de sus ríos Daule y Peripa, se había talado el 90% de su vegetación natural, por lo cual se podía considerar que en zonas de fácil acceso la deforestación era devastadora.
Actualmente no contamos con información sobre los planes para el control de la erosión y que debieron ser establecidos desde el inicio de los planes de desarrollo y continuados mediante una severa política de Estado que garantice las labores de reforestación de las cuales solamente tenemos noticias cuando por falta de estos trabajos tenemos catástrofes, cuyos saldos negativos nos recuerdan la imprevisión que hemos tenido.