Existen al menos dos posibles formas de entender una filosofía de la técnica; desde un punto de vista humanista, que ha conservado cierto prejuicio en torno a que es la reflexión abstracta la única vía capaz de construir conocimiento, y una filosofía analítica de la técnica que intenta esclarecer las formas epistemológicas del actuar técnico dirigido a objetivos concretos.
No obstante, es necesario establecer cómo se procesa este debate en el campo de la educación técnica y tecnológica, suponiendo que la educación, tradicionalmente ha estado traspasada por este “prejuicio humanista”, donde la construcción de la reflexión teórica (y política) podría haber desplazado el campo de la educación técnica a un segundo orden operativo. A su vez, la educación técnica habría quedado entrampada en lo operativo e imposibilitada de establecer construcción de pensamiento teórico y político, a pesar de ser un aspecto determinante en las condiciones de desarrollo social.
En este debate es imprescindible establecer el papel que juegan las instituciones técnicas y tecnológicas de la educación superior, que tienen la misión de formar de manera rápida y precisa a la mano de obra calificada para las nuevas condiciones del sistema económico glocal, además de la consecución de procesos de investigación, para el desarrollo y la innovación de los procesos productivos.
Así, los institutos técnicos están en la responsabilidad de generar propuestas innovadoras y de aporte al desarrollo de sus territorios mediante estructuras y procesos académicos e investigativos válidos, modelos pedagógicos adecuados, procesos administrativos transparentes, y en definitiva, a través de una gestión dirigida a mejorar continuamente no solo los indicadores de medición y calificación institucional, sino gestando una comunidad académica responsable con su comunidad y el medio ambiente, y en diálogo permanente con el sector productivo. Y más allá de eso, estableciendo un debate académico amplio que permita la valorización de la formación técnica y tecnológica que como se ha dicho, arrastra un sesgo de formación de segundo orden, cuando en verdad constituye el pilar del progreso histórico, si damos crédito a la tesis de que la historia progresa a través del progreso de sus medios de producción.