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El Telégrafo
Ramiro Canelos S. Vicerrector Académico/UIDE

La economía del cuidado

23 de octubre de 2022

En el funcionamiento del sistema económico y social se ejecutan muchas actividades que se realizan dentro del hogar y que son de vital importancia para la organización de la sociedad, como la preparación de alimentos, el arreglo y mantenimiento del hogar, cuidado de adultos mayores, niños, personas con discapacidad, etc., que permiten el bienestar y la reproducción del capital humano; no obstante, son actividades subvaloradas y no remuneradas que reflejan el estereotipo de la feminización del cuidado, como bien afirma ONU Mujeres y que también se observa en el ámbito del trabajo de cuidados remunerados, caracterizados por bajos salarios y condiciones laborales precarias. La economía de cuidado busca otorgarles su justo valor a dichas actividades que demandan tiempo y energía para producirlos.

Organismos internacionales estiman que el tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, constituye casi la mitad del tiempo total de trabajo y representa cerca de una quinta parte del PIB total. En los momentos actuales esta inmensa labor es realizada casi en su totalidad por las mujeres, que soportan una recarga en su trabajo por el impacto de la pandemia que profundizó aún más la desigualdad de género.

En Ecuador con datos del INEC de agosto de este año, se observan estas diferencias de género: la tasa de empleo adecuado para hombres se ubica en 38,7% y para mujeres en 26,1%, el empleo no remunerado promedio nacional es de 10,7% y para las mujeres es de 18,2%, el ingreso mensual promedio ha crecido más para los hombres, llegando a los $329,3, mientras que para las mujeres alcanza apenas los $259, dejando una brecha de salarios de $70,3 equivalente a un 20% de diferencia en el ingreso laboral promedio a favor de los hombres.

Más allá de estas cifras, existen otras desigualdades no valoradas como la mayor cantidad de horas de trabajo no remunerado que asume la mujer, pues el espacio del hogar sigue entendiéndose como su responsabilidad. Todo ello configura una distribución de responsabilidades de los cuidados significativamente desequilibrada. De allí se deriva la imperiosa necesidad de replantear el estilo de desarrollo que incorpore la economía del cuidado como un pilar adicional a los sistemas de bienestar y derechos como la educación, la salud, y la seguridad social. Se debe redistribuir de manera más justa el trabajo de cuidados no remunerado y las responsabilidades domésticas entre mujeres y hombres. Integrar la economía del cuidado como cuarto pilar es clave al ser un componente de desarrollo personal y de reproducción de bienes y servicios fundamentales para la sociedad, pues en algún momento todos requeriremos cuidados, considerando además la tendencia natural de mayor crecimiento de la población dependiente (en especial mayores a 65 años) crecerá más que la población en edad de trabajar. Una política de cuidados sería un pilar central para alcanzar una justa organización social que contribuya a lograr la igualdad de género.

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