En estos días sumamos el femicidio de una mujer al más de ciento que llevamos en este año, en el país. Parece un número más, pero lo que importa es esa vida perdida. La atrocidad de esta muerte está asociada al alto grado de gestación que significó también la muerte de la criatura ¿Quién las mató? Aún no sabemos, el riesgo es la impunidad. La conmoción que esto causó fue superada rápidamente por la denuncia de violencia psicológica ejercida por un hombre contra una mujer, ambos del mundo del arte.
Aparentemente son dos temas distintos, por lo diametral de la violencia y por los diferenciados estratos sociales. Sin embargo, hay un hilo conductor que las cruza, la dominación masculina que, nos dice Bourdieu, refiere a la violencia simbólica fundamentada en la división sexual que implica que actividades y actitudes de hombres y mujeres están marcadas por el género y son naturalizadas. Este principio es adoptado y reproducido en la familia; es incorporado en el lenguaje y en el sentido común. Luego, son la escuela, la religión, el Estado, las instituciones que lo perpetúan.
¿Por qué matan algunos hombres a mujeres? Los estudios sobre femicidios constituyen un área nueva de investigación y aún no son concluyentes, pero se afirma que no es simple misoginia, porque esta implica un odio a la mujer que es una conducta individual. También se ha concluido que no son hombres enfermos mentalmente. Las causas parecen ser más profundas y podrían relacionarse más bien con esta dominación masculina constituida dentro de un sistema patriarcal.
Esta complejas relaciones no pueden reducirse solo a víctima/victimario, sino que opera una serie de juegos simbólicos, donde ambas partes en desigualdad de condiciones, interactúan. Así, las relaciones de género implican desigualdad, son los hombres los que dominan y sacan ventaja; pero eso no exime que los hombres también acaben siendo víctimas de un sistema que no solo a las mujeres nos lleva al dolor y a la infelicidad, sino también a ellos.
Desmontar la violencia no pasa solo por la tan difundida y simple política de “crear conciencia”, para lo cual se gastan millones en hacer campañas de persuación, sino que es necesario desmontarla en la familia, en la escuela, en el Estado. (O)