Paradójicamente todo el centro de la disputa política gira sobre el Movimiento PAIS. Los opositores tradicionales al proyecto de la Revolución Ciudadana están de meros observadores y muchas veces explotando, supuestamente a su favor, lo negativo del fenómeno.
Y hay quienes dicen que mientras los de PAIS se “matan”, la derecha se frota las manos, esperando que llegue la hora de su regreso.
La salida de Alberto Acosta, Gustavo Larrea, María Paula Romo, Betty Amores y César Rodríguez, como las figuras reveladas de esa supuesta confrontación, coloca el escenario del conflicto en el seno real de la matriz política del nuevo período democrático del Ecuador: construir un modelo político diferente para lo que resta del siglo. En términos clásicos diríamos que el campo de disputa está ahora y por un largo tiempo en la izquierda.
La política está cargada de subjetividades, evidentemente. Y eso obligaría a pensar que nace de individualidades y que de ellas surgen propuestas y tesis para hacer de la política un diálogo racional por fuera de las posturas personales. Sin embargo, reconocemos ahora, gracias al impulso que dan ciertos medios a esas “disidencias”, que más que tesis hay intereses particulares en casos muy concretos, ahora evidenciados en la elección de autoridades de la Asamblea Nacional.
Una pregunta que ronda estos días es hasta dónde ciertos actores políticos disidentes de PAIS renuncian a la izquierda y se colocan del lado de la corriente opositora que no busca sino retomar el poder político y sirven, como alguien ya dijo, de “burropiés” de la derecha. ¿Cuál es el argumento de principios filosóficos y programáticos que llevan a un César Rodríguez, a Betty Amores o a un César Gracia a integrarse al bloque de oposición?
Y del otro lado corresponde preguntarse si es verdad que el Movimiento PAIS ha perdido la capacidad de sumar. No solo cuenta tener más votantes, sino más aliados y alianzas duraderas, simpatizantes y, sobre todo, gente que comulgue, aunque no participe directamente, con los postulados fundamentales. ¿Eso está por medirse?
A medio período de la gestión política y administrativa del movimiento en el poder, corresponde imaginar dónde se está haciendo la política trascendental, para no someterse a las banalidades de la agenda mediática y construir un debate vigoroso a favor de la transformación verdadera de la vida de la gente.
Y por qué no: la edificación de una corriente y un bloque político que superen las malas prácticas y deficiencias de la izquierda tradicional.