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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

La dignidad de nuestros jubilados

20 de abril de 2015

La memoria individual, y más aún la memoria histórica, es imprescindible para enfrentarnos a los retos del presente. Y en nuestro país hay un colectivo que nos ha dado históricamente muestras de una dignidad que puede apabullar a cualquier movimiento social que pretende poner por delante sus reivindicaciones y demandas. Cuando los actores sociales no tienen mayores recursos que desplegar en sus luchas, ya lo sabemos, ponen sus cuerpos y sus vidas. Y este ha sido el caso de los jubilados en nuestro país. Para mis lectores jóvenes que no vivieron esto, o aquellos que no tuvieron la clara conciencia de lo que acontecía en nuestro país, en el gobierno de Lucio Gutiérrez el colectivo de jubilados libró una batalla que arrancó a la sociedad ecuatoriana más de 15 vidas. La prepotencia, la desidia y la negligencia fueron la tónica de la actitud desde el poder.

También de esta lucha -como de otras- bebió, se alimentó y creció la Revolución Ciudadana. Pero sin duda esta fue una de las más significativas y por los elementos de tragedia y dignidad que comportó. Hemos visto a jubilados y jubiladas nuevamente encrespados, no solo porque perciben afectados sus derechos y en una incertidumbre inaceptable en esta etapa de sus vidas, sino también porque manifiestan no haber sido en absoluto consultados para el debate de las medidas de suspensión del aporte del Estado al Instituto de Seguridad Social, IESS. Entonces, ¿no hay memoria colectiva en nuestro país?, ¿dónde quedan las pequeñas y grandes batallas de nuestros sectores populares?, ¿dónde queda la dignidad de nuestros viejos?

Circulan múltiples análisis sobre lo inapropiado de la medida tomada por la Asamblea en estos últimos días. Todos ellos apelan a una supuesta ausencia de estudios actuariales, datos, proyecciones y argumentos frecuentemente no tan bien sustentados. El Gobierno no plantea una privatización de la seguridad social, como la derecha neoliberal quisiera y seguramente auspiciaría. Lo ideal es ir hacia una institución de seguridad social autosustentable –hay que analizar la real viabilidad de esto en nuestro país- lo cual no implica desconocer la deuda existente al momento, y tampoco excusa el hecho de no haber debatido la medida con todos los sectores implicados.

Nuestros jubilados son una generación a la que le correspondió vivir las vicisitudes de las dictaduras militares, las promesas del desarrollismo, el desencanto por el retorno de la democracia; les tocó mirar cómo unas élites en el poder gobernaban para el privilegio de unos grupos, y se esperanzaron inmensamente cuando vieron momentos de cambio. Esto lo digo porque he sido testigo cómo mis propios padres, trabajadores de verdad toda su vida y hoy jubilados, transitaron por estas etapas. No quiero para ellos, como para ninguno de nuestros jubilados, que en sus vidas se cierna el agobio y la desesperanza. La grandeza de la lucha de los jubilados no solo reside en que ellos defienden sus legítimos derechos, sino que realmente lo que hacen a través de las fuerzas que les quedan, es defender los nuestros, de aquellos a quienes nos corresponderá después seguir sus pasos.

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