Entre otras acepciones, el término dictador, según la Real Academia, significa: “El que asume todos los poderes de un Estado moderno”. “Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás”.
La práctica de la dictadura, no solo se observa en el ámbito político, sino en otros sectores: medios de comunicación, municipios, gremios, hogares, instituciones educativas públicas y privadas. La dictadura funciona y se desarrolla, mientras existan hombres y mujeres sometidos, aduladores y que desprecian su libertad a cambio de un sueldo o el disfrute de alguna prebenda.
En el transcurso de la era republicana los medios de comunicación, a nombre de la libertad de expresión, se acostumbraron a ejercer su poder dictatorial para obtener utilidades e influir en los regímenes a tomar decisiones que aseguren la expansión de sus negocios.
Hoy, con el advenimiento del gobierno de la justicia social, sienten mermar sus intereses y hegemonía, pero como no aceptan el proceso de reivindicación de los marginados, se despojan de su disfraz, asumen la dictadura en su escenario y obligan a su personal a movilizarse en su órbita. La mayoría acepta el sometimiento de escribir como propio lo que piensan otros, los dóciles se mantienen en el redil y unos cuantos abandonan el esclavismo mediático.
Los dictadores del periodismo “independiente” obligan a sus empleados a entrevistar a un ex presidente defenestrado, hoy insignificante exiliado. Dedican dos páginas como si se tratara de un ilustre personaje, es que en el fondo lo utilizan para pretender agredir el liderazgo de Rafael Correa Delgado. Los dueños del mismo negocio califican de importantes líderes a militantes del MPD, ubicados, ahora, en la línea de oposición al régimen, pero ayer, cuando encabezaban protestas callejeras, los tildaban de revoltosos, mediocres y aventureros.
A otro ex mandatario de SP, expulsado por engañar a sus seguidores, le dedican colección de fotos seleccionadas y ya lo proclaman vencedor de la próxima contienda presidencial. Qué sarcasmo de la dictadura de la palabra.
Por allí un articulista pretende impartir lecciones para la excelente formación del periodista profesional, Se olvida que no solo se requiere preparación académica, sino el adiestramiento para soportar el autoritarismo de sus jefes o intermediarios, alistarse para obedecer ciegamente y renunciar a la libertad de pensar.
Lamento la infelicidad de los periodistas, obligados a mentir y escandalizar, y elogios para los valientes que emigran de la dictadura en busca de la libertad.