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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

La desaparición del placer

11 de noviembre de 2020

El antropólogo Merryl Singer, acuñó la palabra sindemia, constituida con las voces sinergia y epidemia. En la Covid-19 concurren factores de morbimortalidad y los efectos perversos en lo social y en la economía de los países.

Nunca, como hoy, hemos vivido la contingencia del ser humano. Hoy estamos, mañana quién sabe. La vida como la muerte, resultan ser sucesos posibles con mayores o menores probabilidades de ocurrir. Desde que empezó la sindemia, el Ecuador guarda un subregistro de más de doscientos suicidios y casi quinientos intentos fallidos.

El carácter de sindemia, se aplica tanto a la vida de las personas como a sus relaciones. Esta sindemia nos ha convertido en seres más egoístas, aunque se hubiera esperado todo lo contrario. Nos preocupamos tan solo de nuestro metro cúbico. En acto heroico mediante un wasap, por un momento, sacamos un pie de esa baldosa... Nos hemos escondido y agazapado en la comodidad del refrigerador, el televisor y el Zoom. Vivimos el solipsismo a plenitud. Es decir, los individuos no han podido afirmar ninguna existencia salvo la suya propia.

La sindemia del coronavirus no solamente que ha invadido nuestra privacidad, sino que nos ha acoquinado. Nos ha empujado y reducido a espacios exageradamente reducidos. Aquellos medios digitales que fueron una boya para enfrentar la amenaza de muerte que nos invadió, hoy son nuestros carceleros. Vivimos hipervigilados.  Son los mega datos o el big data es ese gran ojo que se ha metido en nuestras vidas.

Frente a esta problemática, cerca de 10.000 científicos respaldaron la Declaración de Barrington. En ella, advierten sobre los efectos devastadores en el campo biológico, psicológico y socioeconómico de los seres humanos.  Proponen que las medidas de protección se centren en las personas más vulnerables y que las personas con un sistema inmunológico continúen con sus vidas de manera normal. ¡Claro! Con las debidas medidas preventivas de bioseguridad.

Y esta declaración concuerda con lo afirmado por el filósofo surcoreano Byung-Chul Han. Para el filósofo, está en juego la no solo la supervivencia, sino la desaparición del placer y la pérdida del sentido de la buena vida. Ese es el mundo que vaticina el filósofo coreano. “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”.

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