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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

La derecha disfrazada contra el nuevo país

16 de julio de 2016

El incremento a la increíble proliferación de agrupaciones políticas y sus desertores conspira a crear un mar de confusiones, en los diversos sectores, principalmente, el popular, a tal extremo que no atinan a identificar a sus defensores y enemigos. A manera, no de lección, sino de interés por clarificar conceptos, comprobé en el Diccionario de la Lengua Española, el significado de ciertos términos que se utilizan con persistencia en el escenario electoral. Centrismo: “Posición o tendencia política, cuya ideología es intermedia entre la derecha y la izquierda”. Es decir, no es nada, no es lo uno ni lo otro; definitivamente amorfo. Derecha: “Persona inclinada a ideas tradicionales y conservadoras”. Conformista, contrario a los cambios que exige la sociedad. Izquierda: “Partidaria de los cambios sociales profundos”. Tendencia revolucionaria que preconiza nueva estructura en lo social y económico para mejorar las condiciones de vida de los olvidados de siempre. Neutro: “Indiferente en política, o que se abstiene de intervenir en ella”. Hace falta hacer entender a la gente que todos tenemos una posición frente al mundo y que lo importante es ubicarse en el sector de quienes luchan por el bienestar de los marginados. Independiente: “Que no tiene dependencia, que no depende de otro”. En política, es el desertor que afirma ser libre para ir de tienda en tienda para acomodarse a sus ambiciones, sin considerar ideologías ni principios.

La contienda preelectoral que avanza atropelladamente, evidencia el ansia ilimitada de los aventureros por alcanzar el poder del Estado; el temor de la débil partidocracia de perder sus últimos reductos y la desesperación de los desertores por buscar alianzas, a cambio, en el caso de un triunfo electoral, echar abajo las conquistas del gobierno de la Revolución Ciudadana.

No hay posición media, ni centroderecha ni centroizquierda. Los autodenominados centralistas, neutros e independientes, manejan sus propias líneas y se alistan para negociar candidaturas e intervenir en deplorables condiciones, sin importarle su dignidad, quizás, en su último pugilato electoral en 2017, con el apoyo disimulado de la prensa privada o comercial.

En Ecuador activa la derecha política en sus diversos matices, con dirigentes locales, sin visión de la realidad nacional, pero ávidos de seguir manteniendo su limitado poder en protección de sus intereses y de su placentera manera de vivir. La oposición se ha convertido en una masa con variedad de cabezas, con un solo objetivo: tumbar al gobierno de la Revolución Ciudadana y a su gran líder Rafael Correa Delgado. Allí sobresalen, Lasso, dispuesto a pactar con el diablo, pero sin abandonar su sueño presidencial; Nebot y Viteri, avasallan, sin mirar, con su Madera de Guerrero; Carrasco, con su no Podemos; el heredero del PRE, ahora Fuerza Ecuador; el tristemente célebre desertor de Avanza; otro incoloro que se dice  fundador de Unión Ecuatoriana; algunos que revelan pertenecer a la izquierda radical deambulan sin norte; todos ellos, sin una clara postura ideológica, marchan a la Asamblea, para convertirla en una base de conspiración contra el régimen constituido.

Alianza PAIS en el Frente Unidos con una transparente agenda programática e ideológica, asume el reto histórico de fortalecer el poder popular como garantía para continuar la construcción de la patria nueva, de justicia social, equidad, sin explotadores ni explotados. (O)

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