Convencionalmente se define a la ‘derecha’ con aquel grupo, postura e ideología que se formó desde los tiempos de la Revolución Francesa (1789), que estaba a favor de una república en la cual se concediera el privilegio del voto solo para los propietarios, a partir de la convicción de que la desigualdad era algo natural y que estaba dada no solo por la condición de desposeído, sino por el fenotipo, la religión y origen geográfico cultural.
Con el paso del tiempo, en poco más de dos siglos, la ‘derecha’ fue vencida progresivamente por los sectores populares, que en buena parte del planeta lograron democracias relativas, basadas en el derecho universal al voto. Sin embargo, una de las ‘taras’ que se profundizaron en los grupos identificados con la ideología de derecha fue la xenofobia, basada en la idea de que hay razas predestinadas y superiores. Esa desviación los lleva a considerar que todos los que son diferentes por sus características físicas, por su historia, lugar de origen y sus prácticas culturales, deben ser sometidos, esclavizados o en otro caso, exterminados.
Producto de la xenofobia, fueron exterminados millones de indígenas en las primeras décadas del siglo XVI durante la penetración de las fuerzas europeas a lo que hoy es América Latina. Los conquistadores fueron incapaces de comprender, en un primer momento, que los indios eran sencillamente humanos, aunque tuvieran otros rasgos y no creyeran en los mismos dioses. Las burguesías y oligarquías de América asimilaron convenientemente esa ideología de muerte y a lo largo del siglo XX siguieron exterminando gente por diferencias culturales y de piel, por lo cual se asesinaron en Guatemala alrededor de 200.000 mayas durante los años 80.
Las derechas latinoamericanas han convertido su racismo no solo en una idea de diferencia, sino en un sentimiento de ‘odio’, a partir de lo cual desatan acciones de violencia. Alguien me contó que alguna vez un periódico de Argentina, que forma parte de los oligopolios de las empresas privadas de comunicación, tituló más o menos así una noticia: -Ayer se murieron en un accidente tres personas y un boliviano-. Ergo, consideraban que un boliviano indio no es persona.
La xenofobia ha tenido una de las expresiones más dramáticas en el genocidio de judíos por su condición racial, aunque sabemos que existían otros resortes en la disputa por el control del capital. Es conocido cómo seis millones de humanos fueron exterminados por el nazismo ligado al ultranacionalismo, que no fue de ningún modo un fenómeno puntual, sino expresión profunda de una ideología de largo aliento. Dirán ustedes que, superados los tiempos de la Colonia, en lo que hoy es Ecuador, esa realidad no se ha sentido, al menos en acciones concretas de violencia, y que más allá del desprecio y las maniobras para evitar la movilidad social, no hay nada más grave que memorizar. Vale recordar que cuando el pacto burgués terrateniente enfrentó decididamente a Alfaro por su radicalismo y su apuesta por el Estado laico y de derecho, calificaron al líder con el adjetivo del ‘indio Alfaro’, es decir, le crearon una diferencia racial, para justificar la persecución y el asesinato de él y sus seguidores.
Atentos: la derecha, desbordada por la pasión, el odio y el racismo, tuvo como una de sus primeras reacciones posteriores a los resultados electorales del fin de semana último, un ataque feroz y xenófobo contra los ‘manabitas’, racializándolos por su condición cultural de ‘montuvios’, todo por haberse pronunciado mayoritariamente por el proyecto político social de izquierda, por lo cual, un portavoz terminaba deseando la muerte de toda nuestra población, a partir del designio de un nuevo terremoto y la caída de diluvios infernales.
¡Protesto!, como manabita, ecuatoriana y humanista, ante esta reacción xenofóbica que revela de cuerpo entero el alma de la derecha latinoamericana. (O)