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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

La demonización del 'otro'

28 de febrero de 2017

La campaña electoral de la derecha nos ha puesto de cara a nuestra memoria como pueblo incesantemente ‘otrificado’, inicialmente por los conquistadores, luego por los gamonales, después por la oligarquía.  Hace 500 años, el ‘otro’ eran nuestros ancestros de piel oscura: indios, negros, montubios, cholos y todas las mezclas derivadas.  Luego se les unieron los/as libertadores y en el siglo XX, los/as alfaristas, socialistas, comunistas y cristianos libertarios.

Hoy, para estos descendientes de los colonizadores, el ‘otro’ lo encarna la Revolución Ciudadana.  En un operativo simbólico de corte colonial, ha sido demonizada como la representación del mal, discriminando sus políticas, negando e invisibilizando sus logros en el objetivo de trastrocar su imagen en la percepción de nuestro pueblo.  ‘Derrochador’, ‘tirano’, ‘fracasado’, ‘corruptos’, ‘ladrones’, ‘fraude’, ‘perdedores’, son algunos de los estigmas construidos en torno a este mundo diabólico del Socialismo del Siglo XXI, del Buen Vivir, de la inversión pública, de la justicia económica, de la redistribución de la riqueza, del que “tiene más paga más”, de la integración latinoamericana.  Ese es el mundo diabólico que la derecha pretende extirpar, como sus antepasados buscaron extirpar las inventadas idolatrías de los nuestros.

Este operativo no es sino una inversión simbólica.  Es la proyección de sus propios demonios en el ‘otro’.  Porque es ella la que ferió los recursos públicos en deudas inmorales; es ella la corrupta, la del feriado bancario; es ella la fracasada, la que nunca pudo resolver los problemas del país con su modelo oligárquico-neoliberal; es ella la que ha hecho históricamente fraudes electorales; y es ella la perdedora de esta y de todos los procesos electorales de los últimos diez años.  

Pero esa proyección de su propio mal en el ‘otro’ no sería completa si la derecha no anunciara el castigo a la Revolución Ciudadana por haber osado librar al país de su dominio. Y así como los gamonales utilizaron látigo, cepo, acial y hasta el arrastre para castigar a nuestros mayores, hoy estos torquemaditas y neroncitos criollos utilizan el lenguaje del odio, del racismo, la discriminación y hasta la violencia física para intimidar la innegable adhesión de nuestro pueblo a la revolución.

La respuesta a estos neocolonizadores debe ser la apropiación de esa ‘otrificación’ que pretende demonizarnos. La apropiación y resignificación de la Revolución Ciudadana y de sus logros. Porque hoy ella, liderada por Lenín, simboliza a ese ‘otro’ victimizado por más de 500 años.  Somos el ‘otro’. ¿Y qué?  A mucho orgullo. La diferencia es que hoy no somos más víctimas. Hemos levantado cabeza y hecho por el país lo que nunca hizo ni hará la oligarquía. Esa es la verdad histórica, ese es el orgullo y el sello de nuestra identidad. (O)

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