La democracia nos prometió libertad, derechos, deberes, alternabilidad, gobernanza y la posibilidad de desarrollar nuestros proyectos de vida sin obstáculos y para gran parte de la población ecuatoriana, esa promesa no se cumplió. Su vida, ante una debilidad estructural, es tan precaria como hace décadas.
En las elecciones seccionales y el referéndum del domingo pasado, el populismo triunfó, el gobierno perdió y ¿El país y sus ciudadanos? El NO, se impuso ante la creciente pobreza, falta de trabajo, inseguridad, falta de acceso al sistema de salud, corrupción, crimen y sicariato cuyo mayor nicho son los nini (ni estudian ni trabajan). Profundo malestar social asociado a la dispersión de membretes políticos así como a un gobierno errático sin capacidad de rectificar. El voto nulo superó a los resultados de varios candidatos y el diagnóstico es conocido por todos.
En estos cuarenta y cuatro años de democracia- de alegrías y pesares- no hemos logrado extirpar a la corrupción incubada. La sucesión de procesos electorales, constituyentes, consultas populares y paros convocados, nos permitieron entender que las enfermedades que sufre el país, desde su fundación, pueden llegar a ser una metástasis en el momento que se rompe la ilusión del pacto social, desnudando la fragilidad de nuestra democracia como sistema político. De allí que la salud de ella, está en la mira de propios y extraños.
Siempre el clamor de los ecuatorianos es y será trabajar para fortalecer la institucionalidad democrática de Ecuador y la transparencia en la vida pública. En julio 2002, nació la Corporación de Participación Ciudadana, para a través de mecanismos de participación cívica y democrática, de veeduría social, control ciudadano, generación de diálogos y búsqueda de consensos, robustecer a la escuálida señora cuarentona.
De forma permanente, la Corporación de Participación Ciudadana, como ONG, nos recuerda la importancia de vivir en libertad pero también nos alerta cuando estamos al borde de perderla, sea por problemas de gobernanza, abuso de poder, desconocimiento o abuso de las normas constitucionales del país. Es una plataforma para el debate y cuestionamiento de hechos y situaciones que no están bien.
PC, apuesta a una democracia más participativa e inclusiva, además de trabajar por el liderazgo democrático al promover una auténtica participación ciudadana, particularmente a través de la observación electoral en los distintos procesos vividos en nuestro país.
En estas dos décadas transitadas, junto a voluntarios, socios estratégicos y aliados, hizo su tarea a través de campañas cívicas, en la promoción de un Pacto Ético con temas sobre transparencia fiscal, además de llevar un monitoreo sobre la violencia política contra mujeres en redes sociales. Su compromiso para promover políticas de Estado, que traspasen ideologías políticas, con el propósito de lograr un país con identidad, institucionalidad democrática, justicia, participación ciudadana y transparencia, auguran un promisorio futuro.
César Montúfar, José Valencia y Ruth Hidalgo, actual directora, merecen reconocimiento al haber construido equipos, sin los cuales, no se habrían alcanzado los resultados obtenidos y además, porque tuvieron capacidad e inteligencia de discernir entre el buen y mal uso de instrumentos que pueden fortalecer o debilitar la democracia, al defender los principios básicos del país y de la Constitución.
En uno de los recientes conversatorios, la directora, esgrimía razones y llamaba a la reflexión del por qué es importante tener más mujeres que participen en la vida pública y qué cambia en la república cuando se cuenta con ellas.
Por ejemplo, cuando las mujeres acceden a puestos políticos como el legislativo, es cuando la democracia experimenta cambios sustantivos en términos de igualdad, porque con voces propias, comienzan a discutir leyes acerca de los derechos de las mujeres que aportan al debate y que ha permitido lograr conquistas como debatir el trabajo doméstico remunerado, el aborto por violación o no se habría tipificado el feminicidio, si los parlamentos siguieran siendo espacios reservados para hombres.
La violencia de género y la violencia política constituyen uno de los impedimentos más significativos, porque se pretende arrinconarlas a fuerza de sexualizarlas, atacarlas y estereotiparlas y así lograr desincentivarlas a que participen. El aporte de las mujeres en la vida pública y en espacios de decisión es urgente, necesario e impostergable para cambiar realidades y transformar la democracia.
Es vital contar con ellos. Qué los hombres se involucren en este esfuerzo es indispensable para desencadenar un efecto multiplicador de igualdad e inclusión, porque solo de forma integral se podrá erradicar desde adentro la reproducción de modelos y monopolios de desigualdad que amenaza con fortalecerse.
Sin duda, es fundamental la presencia de mujeres en la política, en las curules, en la sociedad civil y en otros espacios para forzar el tránsito hacia una democracia más inclusiva. No todo está dicho ni todo está hecho. A pesar de todos los avances en cuotas, representación y demás, aún falta coronar la cima.