Este año ha sido fundamental para la integración latinoamericana. La formalización de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe es una pieza clave para avanzar en los procesos de armado de una institucionalización dinámica y pragmática entre los países. También hemos visto las reacciones negativas de las viejas élites que temen que esta comunidad se convierta en un actor político fundamental en el proceso de emancipación de la región. Se comprende ese temor porque lo que está de fondo, para ellos, es el riesgo de perder el monopolio de los recursos financieros, naturales, etc., que les ha dado una posición de dominio al interior de cada país. La comunidad entrará a disputar el sentido mismo de qué es lo que comprendemos como recurso y cuál es su finalidad en relación a los pueblos.
Hay una relación única entre las oligarquías, el control de los recursos y qué es lo que entienden por democracia. Para ellos la democracia pasa por la formalización de la misma, bajo el carácter de la representación a través de las instituciones republicanas. El resultado ha sido una democracia de papel, hiperjurídica y con poca capacidad de expresar dinámicamente el conflicto social y los intereses sociales. En este marco, la Celac declara que la comunidad “se asienta en el respeto irrestricto del Estado de derecho”, claro, con las diferencias interpretativas que los pueblos y nacionalidades tienen al respecto. Sin embargo, ese Estado de derecho comprende el “respeto a la soberanía”, es decir, la capacidad de los pueblos de tomar sus decisiones, definir los caminos a seguir, lo cual ya implica la compleja posibilidad de rediseñar la democracia en sus propios fundamentos.
Además, esta defensa de la soberanía como ejercicio de autodeterminación comprende, a su vez, una defensa de la “integridad territorial”, no en el viejo sentido de las élites chauvinistas que terminaban enfrentando a países hermanos, sino en el sentido de defensa de pueblos y nacionalidades asentados en la diversidad de territorios. Ya el territorio no es entendido como un simple espacio del cual se pueden extraer recursos, sino que el territorio expresa la dinámica entre las poblaciones y el medio ambiente.
Y el territorio más claro en disputa en el futuro cercano será la Amazonía. Territorio, recursos, soberanía y justicia social son algunos de los pilares para sostener y alimentar una democracia, la cual expresa y deberá expresar la voluntad soberana de los pueblos, “la no injerencia en los asuntos internos”, principalmente por parte de las potencias, cualesquiera que sean. De esta forma la defensa de la democracia que se plantea la Celac es una defensa desde sí misma y no desde lo externo. Por lo cual, frente a sucesos que atenten a la democracia, la comunidad lo asumirá como “un hecho grave que amerita la acción enérgica de la comunidad latinoamericana”.
No olvidemos que el mayor peligro a la integración proviene de las oligarquías nacionales.