El 2 de junio de 1992 , en Río de Janeiro, un total de 108 jefes de Estado del planeta inauguró la Primera Cumbre de la Tierra. Este encuentro mundial convocado por las Naciones Unidas tenia como finalidad sustancial realizar deliberaciones profundas para tomar decisiones fundamentales, en relación al Ambiente y al Desarrollo de los pueblos y constituía de por sí un acontecimiento importante en aras de conseguir un equilibrio justo para satisfacer las necesidades económicas, sociales, culturales y ambientales de todas las patrias humanas y de su entorno natural.
De este cónclave mundial -donde presidentes, primeros ministros, monarcas y altos representantes de gobiernos, de las más disímiles ideologías, se juntaron con cerca de treinta mil activistas de DDHH y ambientalistas que pertenecíamos a múltiples organizaciones no gubernamentales, y ocho mil periodistas- emergieron muchas y valiosas ideas que solventaron principios para establecer instrumentos internacionales de enorme y trascendental importancia, tales como la Declaración de Río de Janeiro, el Programa 21, la Convención sobre la Biodiversidad, la Convención Marco sobre el Cambio Climático y la Convención de Lucha contra la Desertización.
La cita en mención, además, reiteró uno de los objetivos más sentidos de la ONU, de que las sociedades opulentas y ricas entregaran un 0,7 por ciento de su producto interno bruto, a efectos de construir un proceso de cooperación internacional para el desarrollo de los conglomerados sociales menos favorecidos del orbe.
Los loables esfuerzos por preservar la vida en el mundo, la protección de la flora y la fauna, la responsabilidad de las naciones poderosas para la búsqueda de un desarrollo sustentable y el derecho de los países mas débiles a la conservación y explotación de sus recursos naturales fueron aprobados por unanimidad, con la sola excepción de USA.
Hoy han transcurrido exactamente 19 años de la realización de esa primera Conferencia de Naciones Unidas sobre el Ambiente y el Desarrollo, a la que le siguieron otras, como la de Johannesburgo, en agosto y septiembre de 2002; Kioto, y las más recientes en Dinamarca y México; y sin embargo el deterioro medioambiental está peor que antes. El cambio climático es una angustiosa realidad, las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera y los desastres naturales como manifestaciones de la naturaleza herida nos hacen pensar en que la expectativa de perpetuar la especie humana está como nunca condicionada y en peligro real.