La cultura de la sospecha se ha instalado en Carondelet desde el 24-05-2017. Me refiero a esa orientación de las percepciones de la sociedad hacia la desconfianza, que caracteriza el actual discurso gubernamental, y que refuerza los imaginarios negativos en torno a los liderazgos de la RC construidos por la derecha.
La paradoja es que quienes hoy nos gobiernan formaron parte de esos liderazgos. Entonces, para exorcizarlos, se han investido de ‘verdad’ y ‘transparencia’ y, en su nombre, han recogido las sospechas y acusaciones de delitos de la derecha hacia sus excompañeros. El mandato presidencial de que sus ministros(as) “pongan de manifiesto todas las irregularidades, que son muchas”; o la frase acusatoria a Glas: “El dedo apunta cada vez más hacia usted”, son piezas discursivas de esa cultura de la sospecha que pone al Gobierno al acecho y lo convierte en vigilante.
El último episodio es la denuncia de una cámara oculta en su despacho hecha por el presidente Moreno el 15-09-2017. Ya decir ‘oculta’ es endilgar un acto deliberado, porque ocultar significa “impedir que alguien o algo se vea, se sepa o se note”.
Inicialmente esta acción fue planteada como una sospecha de que dicho dispositivo era monitorizado desde el exterior por Rafael Correa. Pero inmediatamente se lo dio por hecho y se acusó: “Él me monitorizaba desde su teléfono celular”, afirmó Moreno. Un día después ya no se hablaba de monitoreo sino de ‘espionaje’, de una ‘cámara espía’ en el despacho presidencial que “filmaba en secreto reuniones”. Así, el vigilante se convertía en vigilado.
Y, pese a las inconsistencias de la propia denuncia presidencial, y a los informes emitidos el 19-09-2017 por el Fiscal y los peritos de que el dispositivo estaba desconectado, inactivo desde 2010, sin audio y que se instaló por seguridad, el imaginario en torno al ‘espionaje’ se ha intensificado en boca de la derecha política y mediática.
Ahora el ‘espionaje’ se ha extendido a los ciudadanos, hablándose de un “escándalo de espionaje político”, hasta afirmar la existencia de una “policía política” en el “Estado correísta que no ha sido desmontada”. Moreno, por su parte, indiferente a los hallazgos de la Fiscalía, ha dispuesto la contratación de un “equipo de seguridad internacional” para la investigación. ¿Un paso acaso hacia el desmontaje de la inteligencia nacional pos-Angostura?
¿La verdad? Poco importa a quienes se han investido de ella. La cultura de la sospecha está llevando a una falsificación de la realidad o a la conversión de lo falso en realidad. Porque cuando el vigilante se convierte en vigilado, se construye la ficción simbólica de un poder desempoderado controlado por un superpoder ubicuo, reforzándose al límite el imaginario de ‘poder absoluto’ que la derecha interesadamente construyó en torno a Correa.
El implícito de esta ficción es la eliminación de ese poder dañino para la democracia, que, en realidad, oculta la agenda política de la derecha orientada a desmontar la RC. ¿Coincidencia en el momento actual? (O)