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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

La cultura de la compasión

24 de diciembre de 2015

El 8 de diciembre ha comenzado el Año Santo de la Misericordia, por disposición del Papa Francisco. La iniciativa de la Santa Sede de celebrar un año con el tema de la Misericordia, me parece una gran oportunidad, ofrecida a toda la humanidad, para crecer en algo tan importante como es la calidad de la convivencia humana.

Hemos de recuperar la compasión y la misericordia como principios de actuación de las personas, individualmente y en comunidad.

La compasión debe ser activa y solidaria, no puede quedarse en simples sentimentalismos y lamentaciones en relación a la situación de tantas personas que sufren y están en condiciones de vida infrahumanas.

La compasión hace referencia a la manera cómo nos relacionamos ante el clamor de los pobres. No nos podemos quedar en realizar una asistencia caritativa y menos ser indiferentes. Es más, hay que ir a erradicar las causas del sufrimiento de los que viven bajo el umbral de la pobreza.

Es preciso crear en la sociedad la “cultura de la compasión”, que tenga como cimiento la justicia y que sea capaz de romper la actual “globalización de la indiferencia” que existe en el mundo. Para ello es necesario educar para la responsabilidad fraterna. Ciertamente, no somos inocentes de los gritos de los sufrimientos de los demás y no podemos disculparnos echándoles la culpa a otros.

Se hace urgente educar para la compasión y la misericordia. Esta educación debe abarcar todos los ámbitos: individual, familiar, escolar, nacional y mundial. Es necesario caminar con los ojos abiertos para tener una mirada compasiva, acercándonos a los más necesitados y hacer todo lo que esté a nuestro alcance por ellos.

Reflexionemos acerca de cuál es el verdadero significado y propósito de la navidad. Hagamos una pausa introspectiva para evaluar en nuestras conciencias el auténtico sentido de la natividad de Cristo. Olvidémonos del odio que le disputa al amor, un espacio en nuestros corazones.

Renunciemos a la impiedad y a la ambición para estar más sensibles y acudir en ayuda de los grupos más vulnerables de la sociedad ecuatoriana. Esta es una época propicia para que usted y yo hagamos sentir nuestro espíritu de generosidad y hermandad con muchos amigos y parientes que lo están necesitando.

Prestar la ayuda concreta a los necesitados es un deber de todo ser humano, sin excepción, sin distinción de razas, culturas o religiones. Es un deber para todas las generaciones y en todo momento.

Nuestro final no será decidido por la religión en que hayamos vivido, ni por la fe que hayamos profesado o por el agnosticismo que hayamos defendido. Lo decisivo al final es la ayuda práctica, concreta y solidaria que hayamos realizado en favor de los que sufren, los hambrientos, enfermos, encarcelados, abandonados y un largo etcétera

En conclusión, tenemos la tarea de crear y de crecer en fraternidad. Nuestra meta consiste en ser la Gran Familia Humana, para empezar en el año venidero, a vivir con templanza, justicia y misericordia. (O)

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