Sí, después de todos estos meses en los que el miedo al contagio con la terrible dolencia del coronavirus, que además muta y muta de manera todavía no tan comprensible para la ciencia, nos ha mantenido encerrados, sentimos esa sensación de ahogo, de no saber qué hacer para mitigar el aislamiento o la circulación limitada a la que nos hemos condenado por meses y meses.
Muchos encontramos en el ámbito cultural una vía de escape, la posibilidad de soñar con otros mundos, bucear en otras realidades, poner alas a nuestros pies y viajar con la imaginación.
Por ello propongo a los lectores el adentrarnos en la vasta gama de oportunidades que a través del internet se nos ofrece; a manera de ejemplo cito la posibilidad de visitar museos de los diversos países, claro, podemos empezar por los museos ecuatorianos que tienen una amplia oferta y han modernizado sus plataformas para permitirnos conocer los tesoros que guardan.
Otra opción es la visita a las bibliotecas del mundo, o también escuchar conciertos, tanto de música clásica como popular, disfrutar desde la comodidad de nuestros hogares de la más maravillosas composiciones que se han creado y ejecutado.
Podemos asistir a la puesta en escena de piezas de teatro, de óperas, pero también de presentaciones caseras que grupos y personas creativas cuelgan en las redes y en las plataformas.
Como vemos, la oferta es variadísima y pasa por el mundo del cine, por la gastronomía, por la moda, y una infinidad de actividades que sería largo enumerarlas, pero que sabemos que están ahí, en la punta de nuestros dedos.
Sin embargo, de todo lo que podemos encontrar en la oferta cultural del mundo y del Ecuador, yo me quedo con los libros, ese placer antiguo que nos permite aprender y disfrutar, conocer más de las diversas realidades y bucear en los meandros de la psiquis humana, que hace que conozcamos realidades diversas, que pongamos la imaginación a trabajar y que enfrentemos soledades y aislamientos de la mejor manera.
Me quedo con los libros, los viejos y los nuevos, siempre amigos disponibles, abiertos a nuestras exploraciones y aprendizajes.
Los libros digitales cumplen su función, pero el aroma de las páginas y de la tinta, la textura que sentimos en la palma de nuestras manos, es incomparable. (O)