Terry Jones, 58 años, es un pastor iluminado de Florida, en EE.UU. Con sus anticuados bigotes y pistola calibre 40, que siempre lleva al cinto, tuvo sus 10 minutos de fama. En 24 minutos y seis segundos inició un juicio al libro sagrado del Corán y lo declaró culpable: el Islam promueve el terrorismo decretó, entre otras cosas.
El castigo que impuso la pequeña iglesia pentecostal Dove World Outreach Center fue que se debía incinerar al libro de los musulmanes, que contiene frases como “Bueno es manifestar las buenas obras, pero todavía mejor ocultadas y derramadas en el seno de los pobres”.
El libro fue llevado a una típica parrilla metálica, dentro de la iglesia. “Arde bastante bien”, dijo el pastor y su acólito, Wayne Sapp, quien exclamó: “Con ese fuego se podían hacer unas buenas hamburguesas”. Si no fuera porque a 12 mil km de distancia, en Afganistán, grupos de musulmanes iracundos provocaron 17 muertos, incluidos miembros de la ONU, ese acto habría sido un caso más de Ripley. Su hija cree, como dijo el año pasado, que se volvió loco en su cruzada fanática contra el Islam.
Más allá de la “guerra santa” está un punto que señala Umberto Eco: “Occidente ha dedicado fondos y energías a estudiar los usos y costumbres de los otros, pero nadie ha permitido realmente a los otros que estudien los de Occidente”. Eco propone que unos fundamentalistas estudien a los fundamentalistas cristianos, más radicales que un ayatolá.
Los fundamentalistas afganos podrían preguntar al bigotudo Jones -seguidor de Corazón valiente, de Mel Gibson- por qué en ese país cualquiera puede adquirir un arma, quemar su propia bandera sin ir a la cárcel o, de frente, cómo un pastor, con una iglesia de 50 miembros, puede armar semejante alboroto, como su libro El Islam es el diablo.
Más adelante, los fundamentalistas afganos podría averiguar sobre el 1 billón de dólares que tiene invertido el Gobierno de EE.UU. en la invasión de su país. Allí nomás se enterarían que con esa plata se habría podido contratar por un año a todos los trabajadores afganos, construir 4 millones de viviendas, proporcionar atención sanitaria a 5 millones de niños, financiar todos los centros de salud, generar energía renovable para 1 millón de hogares, contratar maestros y escuelas o crear becas para más de 1 millón de estudiantes, según calcula Noam Chomsky.
Alá, el omnisciente, el misericordioso, así lo permita.