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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

La crisis política argentina

23 de septiembre de 2021

Hace pocos días se llevaron a cabo las elecciones primarias en Argentina que midieron la intención de voto de la población para elegir los congresistas del senado y cámara de representantes. El balance general fue la derrota del oficialismo que recoge una alianza de movimientos amparados por el histórico peronismo.

Para entender el problema hay que identificar la relación entre indicadores económicos y sociales. Según la OEC la balanza comercial argentina es deficitaria y las exportaciones agrícolas han experimentado un decrecimiento. Por otra parte, la deuda externa bruta argentina alcanza el nivel histórico de 269.158 millones de dólares. Estas cifras muestran que salen más dólares de los que ingresan, mientras se dispara una constante inflación, cuyas causas, según análisis parciales, está relacionada con la presión de los sectores medios para ahorrar en dólares.

Aunque hay un debate abierto para conceptualizar a la fuerza históricamente dominante del peronismo, no queda dudas de que se trata de una gran coalición que canaliza demandas populares. La derrota de los últimos días tendría que ver con la imposibilidad de cumplir con esas demandas dentro de una economía contradictoria: la pobreza habría aumentado, no se ha podido controlar la inflación ni resolver la tensión entre los requerimientos de alza de salarios y la presión de los sectores privados por mantener el ritmo de ganancia.

De otra parte, el problema de la pandemia y crisis económica global, pasa factura al gobierno de Alberto Fernández, que enfrentaría una crisis con el ala del kirchnerismo, liderado por Cristina Fernández, la vicepresidenta. También es cierto que los proyectos de izquierda identificados con las demandas populares, se enfrentan a una realidad cada vez más compleja que deja pocas posibilidades a los gobiernos para regular los impactos de una economía privada, interdependiente y globalizada. Los ciclos pendulares que alternaban las fuerzas de izquierda y de derecha son ahora más rápidos y los “progresistas” tardan en crear alternativas estatales nuevas, frente al mundo global.

¿Será capaz el peronismo progresista de solucionar sus fracturas y plantear soluciones que hasta ahora nadie ha creado? No lo sabemos, pero lo que si queda claro es que las demandas populares no terminarán, serán más bien el motor de la política de Argentina y el mundo.

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