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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

La conducta perversa

06 de agosto de 2015

La perversidad no tiene límites, como tampoco la tiene el perverso en sus aspiraciones. Entiendo que la perversidad tiene su origen en la soberbia, que es la raíz del mal. Vicio que es considerado como un tumor del alma lleno de pus, que si madura, explotará, emanando un hedor.

Dice la tradición islámica que “no entra en el Paraíso quien tiene un gramo de soberbia”. El evangelio de Mateo 7:21 nos dice: “Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, las maldades, el engaño, la maledicencia, la soberbia y la insensatez”. En Jeremías 17:9 encontramos que “nada más traidor y perverso que el corazón del hombre”.  

En esta cita se hace énfasis en la capacidad del hombre para engañar a los demás, más aún, se asimila la perversidad a una enfermedad mortal incurable. En su Ética a Nicómaco, Aristóteles hace una descripción inmejorable de la perversidad, comparándola con la incontinencia. Explica que la perversidad que campea en los incontinentes se parece bastante a la hidropesía y a la tisis, es decir, a la enfermedad crónica que es constante, un vicio continuo. Agrega que la perversidad, igual que la incontinencia, se oculta a sí misma y se desconoce, siendo el resultado de una voluntad reflexiva. Con razón, dice que “la perversidad es el abuso de confianza de una persona a otras; definiéndola como el daño intencionado”.

Para algunos estudiosos de la conducta humana, como el filósofo inglés Thomas Hobbes, el ser humano es perverso por naturaleza, ya que la perversidad es demostrada desde la infancia, con las mentiras o cuando se simula algo que no es; también cuando se destruye a alguien sin tener el más mínimo reparo que no sea el de lograr cualquier objetivo en beneficio propio.

Lo que sí es una constante es que el perverso tiene apegos enfermizos a los cargos y las máquinas, para esto cualquier maldad con tal de mantener su estatus.

Las personas perversas tratan de lesionar más a la persona que a sus sentimientos, hieren en lo físico, dirigiendo sus acciones hacia aquellas cosas que molestan al otro; tienen una inteligencia que ponen al servicio de la maldad, con los chismes y las intrigas, siempre acompañados de alguien que los potencia o que sencillamente los deja actuar con libertad.

Se trata de seres que se hacen pasar como ‘corderos’, tratan de demostrar otra personalidad siendo amables, simuladores y hasta complacientes con cierta simpatía que siempre es falsa. Desde esa perspectiva, se habla de una conducta perversa, caracterizada por inclinarse a tomar la vida aparentemente sin darle importancia a las cosas, manteniendo un hermetismo conveniente y solo opinando cuando quieren dañar a otros.
Una sugerencia a los de conducta perversa, ya que no doy consejos porque los ignorantes no los escuchan y los sabios no los necesitan: No entreguen su alma a la perversidad, porque de noche no podrán conciliar el sueño y les asaltarán terribles pesadillas, y de día, se verán alterados por pensamientos de vileza. (O)

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