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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

La columna vertebral de los países y la humanidad es el amor de todos por los necesitados

05 de marzo de 2016

La fortaleza del  país y la humanidad se encuentra en el valor superior del espíritu -el amor- que sienten sus habitantes por servir a quienes más los necesitan. La única competencia que se justifica es en quién ama más, quién da más amor a quienes necesitan más. Pobre institución, comunidad, barrio, ciudad o país donde sus habitantes luchan entre sí por humillar a los demás, tener más privilegios, abusos de autoridad o poder físico para hacer sentir miedo y dominar a los más débiles, mediante la fuerza del poder o el poder de la fuerza. Lamentablemente, la inequidad y la falta de amor existen en muchas instituciones. El amor es el más alto valor humano. No puede ser la columna vertebral de la convivencia el proceso de destrucción de la conciencia humana. Lo contrario del amor no es la muerte, es el miedo. La falta de amor produce inseguridad, que es miedo. El amor proporciona confianza. La fuerza material produce miedo, reducción de la autoestima. La base de la vida, la creatividad, el amor y la libertad no puede ser la obediencia, la relación vertical. El amor es la base y la columna vertebral que permite la igualdad de derechos, el respeto mutuo y trato horizontal en las relaciones humanas armoniosas. En una sociedad de derechos, ninguna persona o institución debe tener privilegios o existir la injusticia que representa tener más derechos que otros, como por ejemplo, la diferencia entre la mensualidad que reciben por jubilación todos los ciudadanos en Ecuador, que es el promedio de los últimos cinco sueldos, a excepción del personal de las Fuerzas Armadas, que es sobre el último sueldo. Lo que quiere decir que en lo legal  existen ciudadanos de distintas categorías. Esta, como otras situaciones en las instituciones -legales, pero no equitativas-  debe ser corregida lo más rápido posible.

La columna vertebral de un país son todos los habitantes cuando aman lo que hacen, su trabajo y más todavía cuando se encuentra al servicio del bien común y de los más necesitados. Las parejas que se funden, respetando sus individualidades. Los padres que alimentan el espíritu de sus hijos, sin apropiarse ni abandonarlos. Los hijos que agradecen lo recibido de sus padres y devuelven con reconocimiento y respeto. Los que cuidan y entregan afecto a las personas mayores, padres o abuelos ancianos, necesitados en todos los aspectos. Los educadores que aman su trabajo desarrollando la libertad de sus alumnos. Los trabajadores que se realizan en lo que hacen. Los que viven y trabajan en armonía con la naturaleza. Los empresarios que generan trabajo respetando la dignidad de los trabajadores. Los policías y militares que protegen a los ciudadanos y la integridad nacional.

Todos los que hacen actividades y trabajos sin amor se convierten en una maldición, en un castigo, en algo obligado, tan solo por  necesidad o llenar el aburrimiento. Todos los que realizan actividades y trabajan con amor las convierten en un placer, en una alegría de vivir. Al escritor Mark Twain le preguntaron cómo hacía para trabajar dieciséis horas diarias escribiendo. Y contestó: “Yo nunca he trabajado; para mí, escribir es un placer”. Cuando vives lo que haces se transforma en una realización plena. Cuando trabajas con amor al servicio de los más necesitados se convierte en una bendición, en una comunión.

“Y todo anhelo es ciego, excepto cuando hay saber./ Y todo saber es vano, excepto cuando hay trabajo./ Y todo trabajo es inútil, excepto cuando hay amor./ Y cuando trabajáis con amor, os atáis a vosotros mismos, / y el uno al otro, y a Dios”. (Khalil Gibran). “El hombre quiere conocer a Dios o convertirse en Dios. Esos son juegos de poder. El amor no es un juego de poder. El amor es la única experiencia que nos vuelve humildes, sencillos, inocentes”. (Osho). (O)

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