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El Telégrafo

La Ciudad del Conocimiento (II)

08 de abril de 2012

La anunciada Ciudad del Conocimiento concentrará, en un solo sitio, el trabajo científico de 19 institutos de investigación, 1 universidad experimental, 40 mil personas y demandará una inversión de 20 mil millones de dólares.

El proyecto en cuestión priorizará nanociencia, petroquímica, ciencias de la vida, energía, y pretende pasar a exportar conocimiento, antes que importarlo. A los investigadores les preocupa que se descuiden otras áreas de investigación necesarias o algunas hasta insólitas, pero que son parte del amplio espectro de la ciencia; o que, al cambiar la política de futuros gobiernos, todo quede trunco.

Sería errado apoyar a un solo frente investigativo y que este sea el único que reciba fondos. La Constitución del Ecuador dice que el Estado asegurará recursos para investigar, se esperaría que esto ocurra ahora y en el futuro, como un compromiso del Estado y no solo del actual Gobierno. Lastimosamente, hemos tenido malas experiencias y la investigación ha sido siempre pospuesta. Por otro lado, cortar el apoyo a centros de investigación ya probados, retrasará más la investigación nacional. No podemos esperar el funcionamiento de la Ciudad del Conocimiento para reiniciar la investigación, actualmente casi parada. Los investigadores actuales necesitan  recursos económicos para investigar.

Si se establece la Ciudad del Conocimiento como un conglomerado de cabezas pensantes, interrelacionadas, multidisciplinarias, con acceso a información y tecnología, el producto científico sin duda será mejor; caso contrario tendremos un “elefante blanco”.

También podría suceder que la investigación se concentre en la región norte y central del Ecuador, descuidando otras zonas clave en temática investigativa y verdaderos laboratorios naturales, como las islas Galápagos o la Amazonía.

Pero más allá de la concreción del proyecto de la Ciudad del Conocimiento, es responsabilidad de todas las instituciones académicas velar por su propio desarrollo científico de calidad y aportar al engrandecimiento científico del país. Es más, los centros y universidades tendrán en pocos años un buen grupo de investigadores con quienes competir y que estarán concentrados en uno solo lugar y con recursos asegurados. Entonces, más que representar una amenaza, como consideran algunos investigadores, tal situación puede convertirse en un reto para que cada centro produzca conocimientos científicos de calidad; ese será su seguro de continuidad. Esperemos que así lo vean los científicos, los centros de ciencia y también el Gobierno actual.

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