Entre los obstáculos para el desarrollo de la ciencia y su uso está el posicionamiento ideológico de las religiones. En nombre de Dios se han cometido y se cometen injusticias: guerras, invasiones, muertes y más. Los ejércitos rezan ante su dios antes de la batalla; entonces uno se pregunta: ¿Cuál Dios, el suyo, el mío, el del otro?
Las cuestiones aún no aclaradas por el Vaticano rondan la incertidumbre de la renuncia del Papa Joseph Ratzinger. Juicios, denuncias, mal manejo y lavado de dinero, pedofilia, espionaje, filtración de información, controversias con el Islam, esperan una aclaración.
Las continuas declaraciones moralistas de Ratzinger en relación a temas sociales importantes marcaron su línea ideológica y el despecho de muchos católicos. Sus pronunciamientos contra los anticonceptivos, la píldora del día después, el uso del preservativo, su posición infranqueable ante el aborto y la eutanasia, contra los derechos de género y la homosexualidad, son su legado.
Fue más duro contra la ciencia. Ratzinger proclamó en todos los foros posibles que la ciencia debía estar supeditada a Dios. Se refirió por ejemplo a “los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma”, habló del trabajo científico sujeto a la fe o para engrandecerla, incluso reprochó a la educación superior laica al hablar de los peligros de la “visión utilitarista de la educación”, basada en la “mera capacitación técnica”.
Criticó la fertilización in vitro, la manipulación genética, se opuso a la investigación en células madre y a la clonación; repitió en muchas oportunidades que la ciencia y sus descubrimientos deberían estar supeditados al concepto de lo absoluto, es decir a Dios, y que el avance de la ciencia debe regirse a la fe y la moral que ésta proporciona; la ciencia no puede ser autónoma, debe guiarse por la fe, fueron sus sentencias.
La pugna entre ciencia y religión es vieja e irreconciliable, justamente porque su esencia es diversa. La ciencia no acepta lo absoluto como guía; a la ciencia le guía la necesidad de encontrar la verdad en la experimentación y en el racionalismo lógico, por eso se renueva, mientras que la religión parte de que la verdad es única y se la debe encontrar en lo absoluto. Este legado de Ratzinger obstaculizó el desarrollo de la ciencia moderna.
En una de sus audiencias preguntó: "¿Tiene sentido en la era de la ciencia y la tecnología hablar todavía de creación?". Después del descubrimiento del Bosón de Higgs, de las pruebas de la evolución y de la genómica, la respuesta debería ser NO.