Con este título, el filósofo Mario Bunge presentó su libro en 1960, que pronto se convertiría en una guía para los interesados en la filosofía de la ciencia, su método, sus logros y sus intereses.
El pasado marzo reapareció esta magnífica obra con prólogo del mismo Bunge. El autor parte de que los avances de la humanidad en los últimos 53 años han sido espectaculares y se han logrado porque los científicos, conscientes o no de sus escritos y de su labor, se encuentran con el quehacer del filósofo; ocurre lo contrario, dice, cuando las falsas filosofías invaden a la ciencia e impiden su desarrollo. Plantea que “en casi todo el mundo la filosofía analítica que respetaba la razón fue reemplazada por la llamada continental que la denigraba”.
Por fortuna todo está volviendo a su cauce y al final la razón triunfa. Este resurgir de la filosofía moderna se ha fundamentado en el avance de ciencias como la genética, la biología molecular, neurociencias, psicobiología, química, matemática y las ciencias sociales. En suma, resurge la “epistemología procientífica”, con una ética nueva.
La unión de ciencia y filosofía es ineludible. Teorías filosóficas como el materialismo racional permiten entender la psicobiología al decir que lo “mental es cerebral”. La biología molecular revoluciona la biología, pero el reduccionismo de “todo es genoma”, o lo que ocurre en la sociedad incluyendo la violencia tiene base biológica y es natural, obstaculizan su avance. En las ciencias sociales y económicas la teoría de la “acción racional” ha sido incapaz de explicar hechos macrosociales: crisis económicas, guerras, miseria, entre otras causas porque se sigue usando el principio de la “maximización de la utilidad”. Todas estas erróneas concepciones conforman las pseudociencias.
El imperio de la pseudociencia ha tratado de convencer a la humanidad de que la violencia es un problema unipersonal y natural, pero nada se habla de la violencia invocada por los Estados y los poderes. ¿Cómo explicarlas? Guerras, invasiones, muertes programadas y justificadas en corrientes ideológicas dominantes como lo innato, lo natural en la esencia biológica, no son ciertas. Se necesita una visión interdisciplinaria que explique con el empirismo racional, la codicia de unos pocos, la política y la hegemonía económica.
Dice Bunge que “en todas las ciencias hay problemas que invitan al filósofo, quien debe estar enterado de estos temas y así aportar al análisis y organización de ideas”, y agrega que “la ciencia le permitirá rechazar la consigna moderna de TODO VALE”.