El pasado 3 de diciembre se constituyó formalmente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Y claro, era de esperar que ciertos intelectuales y opinólogos crean que la naciente comunidad tiene poco futuro. Y es comprensible, ya que históricamente defienden una unidad a fondo con los Estados Unidos. Creen que el futuro de Latinoamérica está inevitablemente atado al imperio del norte. Atado no solo al comercio, sino a su visión de mundo, su visión civilizatoria, su visión de la riqueza y la democracia. De ahí que miran con profundo recelo a la naciente Comunidad, ya que entra, teniendo como corazón a la Unasur, a disputar el control de la región. La Celac debe en su futuro mediato sustituir a la OEA, la cual, como es bien sabido, surgió bajo el auspicio de los EE.UU. y las burguesías y oligarquías nacionales latinoamericanas.
Ahora, la Comunidad debe ser sumamente pragmática bajo ejes ideológicos centrados en la emancipación y la lucha contra la pobreza. Ese 3 de diciembre se emitió un “Comunicado Especial sobre Compromiso para la Inclusión Social en la Celac”, este se centra en que es necesaria una transformación del Estado, del modelo burgués-liberal, para alcanzar el desarrollo.
Y este desarrollo exige una serie de mecanismos y políticas sociales para “una auténtica inclusión social”. Quiere decir que sin inclusión no es posible una democracia participativa, no reducida a la mera representación formal de los pueblos, sino una democracia incluyente, con una radical redistribución de la riqueza, como de los medios de producción; sin esto no es posible vivir una sociedad de ciudadanos. Esta exigencia de inclusión social permitirá la “construcción de una nueva relación entre Estado y Sociedad” centrada en la confianza de un “Estado al servicio de todos” y no de las oligarquías viejas o nuevas y no solo en el plano económico, sino en el ideológico y cultural.
Sin inclusión no es posible pensar en sociedades en paz, con la desigualdad brutal existente, con la explotación social, no es posible pensar una sociedad en desarrollo y no centrada en el extractivismo. Por eso la Celac exige el desarrollo de políticas públicas a “alcanzar resultados concretos”, que mejoren significativamente la calidad de vida, que no quiere decir consumir más a imitación de la decadente Europa o los Estados Unidos, sino un consumo que promueva la vida y no las ganancias especulativas. Inclusión social implica erradicación de la pobreza, empleo digno y, entre otros, acceso a “servicios sociales básicos, en particular los de salud y educación”.
Estos son claros ejes ideológicos de la Comunidad. No busca ser un gran tratado de libre comercio, como quieren las rancias élites y sus hijos intelectuales, ni tampoco un club para las nuevas burguesías, sino, y es la lucha, ser una comunidad de pueblos y nacionalidades más allá del mercado y las decadentes repúblicas de cuño liberal-burgués.