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El Telégrafo

La carrera del churo y el conejo

02 de abril de 2011

Con el tiempo he entendido que la mitología no es privativa de Grecia o de Roma, sino del mundo. En una investigación de los mitos de Imbabura encontré uno que me recordó la eterna carrera de Aquiles: el poder de la velocidad y la vanidad frente a la lentitud, no exenta de sabiduría.

En el mundo andino el conejo, como el lobo en el área europea, es un personaje astuto. Hay, además, desde la influencia africana, aquel que pide a los dioses que le otorguen unas orejas más largas, previo a varios trabajos que incluye eliminar al león y a la misteriosa serpiente. Al final, después de cortar todas las cabezas, los dioses le advierten que si siendo pequeño es tan astuto, como será con mayor porte. Así que le niegan tan extraño pedido. El mito que comparto viene de las culturas ancestrales andinas.

Atrás quedaron los dominios del conejo. Meneó la cabeza desde un risco y el viento helado se perdió entre las hierbas del páramo. El astuto animal iba con una idea: retaría al churo a una carrera de velocidad. Este solo pensamiento hacía que sus orejas se pusieran coloradas de satisfacción.

-El Churo es demasiado lento y tonto, pensó el Conejo.

El caracol estaba preocupado en llevar a cuestas su casa, dejando un rastro brillante.

-¡Hey, amigo churo!, dijo el conejo.

-Qué se te ofrece, conejo, exclamó.

-¡Te propongo una carrera para ver quién es más veloz!

-Está bien, dijo el churo, y mientras se iba, pensaba en una treta.

Antes del tiempo fijado visitó a sus hermanos churos y perfeccionaron el plan para ganar la competencia.

El día fijado llegó. El animal del monte ofreció ventaja al churo. Este aceptó. El búho fue el encargado de mirar cómo se producía la contienda, encaramado en un árbol.

Después de un tiempo, el conejo echó a correr. El búho preguntó:

-¿Dónde está el churo?

-¡Por aquí estoy! -exclamó una voz que parecía distante.

El conejo notó que se hacía difícil alcanzar al caracol.

-¿En qué parte estás? -graznó el búho.

Esta ocasión, la voz que escucharon estaba más lejana.

-¡Por aquí ando! -dijo el churo.

El conejo, desesperado, corrió con todas sus fuerzas.


Mientras aleteaba, el búho preguntó de nuevo:

-¿Por dónde estás, churo?

-¡Por aquí!, se escuchó en la lejanía.

El conejo, tras el enorme esfuerzo, no resistió y cayó abatido por el cansancio. No escuchó la última pregunta del búho.


-¡Dónde estás, churo!

-¡Ya gané! -se escuchó a la distancia.

Todos los churos conjurados se habían repartido en postas por el camino para ganar al conejo...

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