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El Telégrafo
Karen Garzón-Sherdek

La calidad de la democracia es importante

16 de julio de 2021 - 00:25

España tiene una democracia representativa donde sus mandantes son elegidos de manera periódica a través de elecciones y su sistema político continúa siendo una monarquía constitucional que cuenta con un sistema de gobierno basado en la división de poderes y un sistema parlamentario. Aunque se lleven a cabo elecciones libres, justas y periódicas, y estemos ante una democracia auténtica o plena, existen algunos factores que merecen analizar su calidad democrática. Tras los datos publicados por el Eurobarómetro (2019) que reflejan que la sociedad española es la menos satisfecha con el funcionamiento de su democracia después de Grecia, donde el 49,6 por ciento de españoles están insatisfechos, se vuelve imperativo comprender qué se puede hacer para mejorar estos indicadores, partiendo del postulado de que la democracia es el mejor sistema que conocemos.

Para Diamond & Morlino (2004) se puede definir a una democracia como "buena" o "mejor" si esta cuenta con elementos como: sufragio universal; elecciones periódicas, libres, competitivas y justas; más de un partido político serio; y fuentes alternativas de información. En el caso español podemos evidenciar que la democracia cumple con estos elementos, pero es precisamente en la satisfacción de la ciudadanía donde evidenciamos un cuello de botella. Para Fishman, existen dos condicionantes para valorar un sistema político: 1) si es o no democrático, y 2) si el sistema cuenta con mayor o menor calidad democrática. 

A pesar de que España sea una democracia, existen factores internos que generan que la población no esté del todo contenta con la misma, lo que se debe principalmente a que la división de poderes no es del todo independiente; la imparcialidad del sistema se ve comprometido por la politización; se fracasó en la resolución política del conflicto territorial; y, existen diferentes niveles de corrupción en la política.

Aunque para Dalh (2000) no existe un modelo democrático que pueda ser usado universalmente, sí se pueden mejorar los diferentes elementos para que la población se sienta más a gusto con la calidad democrática. Asimismo, aunque el ideal de la democracia formal toma en consideración al gobierno del pueblo y al gobierno para el pueblo, en la práctica comprobamos que, si bien existen diferentes elementos a mejorar, la población (en general) ve con buenos ojos el sistema democrático puesto que este es incluyente e igualitario (una persona un voto) y no es impositivo.

Ahora bien, lo que cabe es pensar qué hacer para incrementar la satisfacción de la población con la democracia española. Rodríguez (2010) considera que la democracia representativa es el poder cedido por el pueblo (mandante) a los representantes elegidos a través del voto, para que tomen decisiones referentes a asuntos públicos. En este sentido, la democracia representativa se vuelve sustancial. Si el pueblo se identifica con las candidaturas y cuando estas llegan al poder cumplen las promesas de campaña y muestran empatía por la población, escuchando y atendiendo sus necesidades, la ciudadanía se va a sentir verdaderamente representada por sus mandatarios. De igual forma, es importante que la población participe de manera activa en la política nacional, por lo que a través del gobierno y los diferentes colectivos se debe fomentar su participación en los múltiples temas de interés. Al sentirse escuchados, al sentirse verdaderamente representados, los indicadores de satisfacción con la democracia mejorarán sustancialmente. Por supuesto, esto va de la mano con otros aspectos como un gobierno abierto que comunique de manera transparente y que sus políticos no tengan una agenda propia, sino una agenda pensada en el bienestar de la ciudadanía. 

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