En este artículo analizo los determinantes del crédito y las formas que subsumen los bienes de manutención de los trabajadores a partir del proceso de reproducción del capital social. Si bien el crédito de consumo no es productivo, su demanda permite la adquisición de bienes y servicios que impulsan la economía. Es el préstamo de dinero que le hacen a personas o empresas con el compromiso de que en el futuro se devolverá mediante el pago de cuotas y con un interés adicional.
Es un mecanismo para alcanzar objetivos financieros – personales u otros. El crédito es dual por definición. Si se utiliza de manera imprudente puede ser un obstáculo dado que el reflujo luego de recibirlo es su modo característico de circulación. Sin el afán de satanizarlo, la extensión del uso de crédito rompe barreras inherentes a la acumulación de capital. Debería preocuparnos el peso del endeudamiento en el sector social, las conexiones entre consumo y crédito, cómo se están transformando las dinámicas familiares que no fluyen con presupuestos. Todas las operaciones efectuadas a través del sistema de tarjetas de crédito se consideran créditos de consumo prioritario, siempre y cuando el destino sea el pago de bienes, servicios o gastos no relacionados con una actividad productiva - comercial.
Los endeudamientos provocan rigor económico y rigor genera desempleo, se lo ha estudiado como un fenómeno y síntoma suplementario del capitalismo contemporáneo ligado al absorbente consumismo determinante en esta metamorfosis de las condiciones de vida subjetiva y categoría de los asalariados (edad, situación familiar, clase social, estado de salud, género, etc.). Keynes fue el primer economista en afirmar que el consumo depende fundamentalmente del ingreso real disponible e insiste con fuerza en la ambivalencia y los efectos contradictorios del crédito al consumo sobre la demanda efectiva y recíprocamente su papel en las crisis contemporáneas.
Las deudas pautan la vida de las familias que generan a largo plazo una relación ambigua entre los sectores más relegados socialmente con el mundo mercantil. Uno de los rasgos de este proceso ha sido la ampliación de la oferta del crédito al consumo, la relevancia en el número de entidades que financian este segmento (bancos, cooperativas, mutualistas, casas comerciales, entre otras), y la respuesta a la lógica popular (endeudarse para tener), sin pensar en los compromisos ineludibles: renta, servicios básicos, transporte, la educación y alimentación de los hijos; ni analizar cuál es el ingreso que percibe y la tasa de interés que paga por los créditos obtenidos.
Aparentemente no hemos caído en la cuenta del abuso del crédito y su efecto en el empobrecimiento cuya justificación es “mantener un nivel de vida digno”. Con la instrumentación de la política monetaria y financiera, se percibe una tendencia creciente a pesar de la desaceleración pronunciada debido a la crisis económica, de seguridad, falta de empleo y energía. Cada día recibimos llamadas de los operadores financieros que nos cautivan con créditos. Sacamos dinero de una tarjeta para pagar la otra. Confío en que podamos generar una simbiosis entre el salario nominal (variable exógena que se fija al inicio de un periodo y no cambia en el corto plazo), el ahorro y el consumo. Aunque sigamos en el colonialismo contraste entre prosperidad y pobreza. Claro está que el rollo de nuestra época es que la gente ya no quiere ser útil sino importante, aunque tenga que endeudarse.