Hace poco habían llegado noticias desalentadoras provenientes de Perú: la rancia aristocracia -como sucedió en los levantamientos de 1809- se negaba a desampararse de la dependencia con la corona española. El hombre, quien había sido el huérfano más rico de Venezuela, se hundió en su hamaca.
El 17 de julio de 1823, las tropas patriotas, lideradas por Simón Bolívar -en la única batalla que dirigió en el futuro Ecuador- enfrenta a las huestes realistas, dirigidas por Agustín Agualongo, quien defiende el último enclave monárquico de Pasto. Al igual que Ayacucho, Pichincha, Junín o Carabobo, la Batalla de Ibarra se inscribe en una disputa entre la idea republicana frente al antiguo régimen, que había colapsado. Con un ejército de 1.500 efectivos enfrentó a las tropas pastusas también de 1.500 facciosos, como eran señalados en la época.
El saldo: 800 muertos pastusos, frente a 13 patriotas, en una estrategia donde el factor sorpresa y la poderosa caballería triunfó contra una infantería que conocía más un escenario de montañas que un llano, como Ibarra. Con la toma de Lima, el 18 de julio, por parte del monárquico Canterac, y la batalla de Maracaibo, apenas el 24 de julio, la Batalla de Ibarra fue decisiva porque de allí siguió la liberación de Perú.
“Yo pienso defender este país con las uñas”, dijo el Libertador en carta a Santander, recalcando que si perdía esta contienda la guerra de la Independencia se prolongaría hasta el infinito, “porque ha de saber que los pastusos y Canterac son los demonios más demonios que han salido del infierno”, escribiría. Por su parte, en sendas cartas los realistas pastusos Agustín Agualongo y Estanislao Merchancano arengaban a sus huestes: “¿Qué esperáis fieles pastusos? Armaos de una santa intrepidez para defender una santa causa y consolaos que el cielo está de nuestra parte”. El tema de la religión era uno de los puntos de discordia porque los pastusos creían que los patriotas eran peores que el mismísimo diablo.
Un punto decisivo de la gesta fue la colaboración patriótica de los actuales imbabureños, quienes informaron los avances de las tropas enemigas y después las persiguieron en su huida hasta el Chota. Ibarra, por este motivo, hasta la antigua administración, cada año se escenifica la batalla en el sector del Tahuando, punto clave de este hecho histórico para la Patria Grande, América Latina.
Hasta que esto último suceda, Bolívar escribió: “Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderme en el vacío”.