En el año 1894 se creó el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, con facultad emisora. Al poco tiempo, se convirtió en la base económica de la exportación, de la industria y del comercio del puerto principal.
El banco también prestaba dinero a los gobiernos, los mismos que eran designados por sus dueños. Además -para completar el esquema- las listas de los diputados que “triunfaban” eran elaboradas en sus oficinas. Los déficits presupuestarios anuales de los distintos gobiernos eran fácilmente solucionados por el banco: ponía en funcionamiento las máquinas que imprimían billetes.
A medida que la deuda del Estado se incrementaba, también crecía la circulación de billetes sin respaldo legal; situación que producía la devaluación de la moneda. Se consolidó así en el Ecuador el manejo oligárquico, que convirtió al Estado en simple instrumento de los negocios de las élites.
Para el año 1925 la deuda del Estado ecuatoriano al Banco Comercial y Agrícola era de 21’000.000 de sucres más 11’000.000 de intereses. Mientras tanto, el circulante ilegal había subido a 18’037.100 sucres.
La joven oficialidad del Ejército tomó el poder el 9 de julio de 1925, dando inicio a la Revolución Juliana, que comprendió dos Juntas Provisionales de Gobierno y la presidencia de Isidro Ayora. Los gobiernos julianos (¡qué atrevimiento!) fiscalizaron a los bancos, organizaron las finanzas públicas bajo la Ley de Presupuesto, crearon el Banco Central, la Superintendencia de Bancos y la Contraloría. Los julianos inauguraron el rol social del Estado al crear el Ministerio de Previsión Social, la Caja de Pensiones, las Direcciones de Salud. Expidieron leyes -avanzadas para la época- sobre contratos laborales y sindicatos.
Fue necesaria la Revolución Juliana para desarticular el perverso sistema que habían diseñado las élites, para manejar las riendas del poder político y financiero, en función de su exclusivo beneficio.
Frente al inicio de campaña del candidato de la banca, los ecuatorianos están muy atentos: recuerdan con claridad el “feriado” (que la historia debería llamar asalto bancario), llevado a cabo el 11 de marzo de 1999, y el monto del botín: 8.000 millones de dólares.
Por los antecedentes señalados, las mayorías no encargarán el 2013 el cuidado del queso a los ratones. El pueblo ecuatoriano no permitirá que Carondelet vuelva a convertirse en una simple agencia bancaria, que cumpla las órdenes de los adoradores del becerro... construido con engaños sistemáticos y dólares ajenos.