La decisión de expulsar a la embajadora Hodges fue un error. Fue un error porque la vía que se utilizó para condenar una acción por demás condenable crea dificultades innecesarias en nuestro afán de definir una política internacional. Entorpece una relación comercial (la más importante) como consecuencia de una acción política. Y muchas serán las preguntas que deberá hacerse la cancillería y muchos más serán los ajustes que deberá hacer en su estrategia diplomática (si la tiene).
Pero de esto a culpar al Gobierno por la virtual “quiebra” de la industria privada en el Ecuador hay algunos grados de audacia. Comenzando con que EE.UU. no iba a renovarnos el Atpdea. No lo hizo con ningún país de la región, no tendría por qué hacerlo con nosotros. Y luego porque nuestra industria no puede vivir ad eternum de dádivas. El Atpdea resultó la peor de todas: convirtió a nuestros industriales en vagos (según interpretaciones de la prensa de la ministra Cely) o en conformistas y facilistas (según mi interpretación a la ministra Cely).
Fue como si nos “patearan la escalera”, sí, pero mucho tiempo estuvimos sobre esta escalera. No puede ser que en 20 años (desde la ATPA hasta hoy) el sector industrial no haya podido ser competitivo. No puede ser que las florícolas se lamenten por una pérdida del Atpdea cuando la mitad del costo del tallo viene del flete y la comercialización. ¿Se les habrá ocurrido alguna vez ser ellos los fleteros y comerciantes, comprar un avión o por lo menos una oficina en el nuevo aeropuerto?
¿Y el resto de la industria “exitosa”? ¿Qué valor agregado produce? ¿Cuánta reinversión? ¿Cuánta innovación? Resulta conveniente ser intermediarios o ensambladores. Pero siendo intermediarios o ensambladores nos volvemos dependientes de quienes sí están generando ese valor agregado. Como dependientes (ociosos o conformistas) nos volvimos con las preferencias arancelarias que nos brindaba la Atpdea. Así es muy fácil ser competitivos (y ser manipulados).
Es importante que nuestra industria busque la competitividad, la generación de valor agregado y la diversificación. Es necesario que cancillería coordine sus acciones con el Mcpec; que se aproveche el Código de la Producción y el trabajo realizado con las APRI a través del Mcpec. Y es indispensable, y seré reiterativo, cansón e insistente en esto, la aprobación de la Ley de Competencia. Si no, seguiremos subiéndonos en la escalera y rezando que nadie la patee.